



Pop cabrón podría ser aquél que intenta llevarte a su terreno, con canciones que tratan de engañarte impunemente en las primeras escuchas, haciéndote creer que un tema no da más de sí, para desconcertarte inmediatamente después ofreciéndote nuevas sensaciones contradictorias o distintas a las anteriores. Aquél que te deja algo resentido cuando crees que esa canción podría haber estado mejor producida o acabada, pero que no puedes dejar de escuchar. El que te asombra cuando te ves inexplicablemente reflejado en la radiografía de sentimientos y relaciones que caben en 3 minutos y medio, o el que te retuerce la conciencia con letras intencionadamente ácidas. También el que te seduce con grandes melodías que cambian de un plumazo tu estado de ánimo, al tiempo que te irrita cuando se muestra más inaccesible o insustancial, para acabar enganchándote cuando menos te lo esperas, culminando a golpe de escuchas un proceso de asimilación tan desconcertante como apasionante.
Algo muy similar a esta cabronada, agravada por el tedioso retraso en la publicación, ya consustancial alcrowdfunding, condiciona la acogida del quinto álbum del dúo madrileño Ellos, “Pop Cabrón”, grabado y mezclado en el estudio de Guille Mostaza, Alamo Shock, y masterizado en el de Santi Capote, The Punch, con varias colaboraciones de un nutrido grupo de amistades de la banda. La primera escucha, la más desconcertante, me dejó pasmado y maldiciendo cómo era posible tener que esperar al corte 12, “Nuevo imperio”, para encontrar unos teclados memorables en un tema arrebatador, conmovedoramente épico y con esa embaucadora flema de su estribillo, creyéndome haber retrocedido a 2001 y estar escuchando “Lo tuyo no tiene nombre”. Pero no podía ser. Era imposible que el grupo indie que más satisfacciones me ha dado me dejara tan confuso y ávido de sensaciones por descubrir… y sin dejar de especular con los ases bajo la manga que debían guardar estos cabrones, me dispuse a buscarlos.
Quizás aún seguía demasiado atrapado en las cuerdas, la exuberancia y la alargada sombra de “Cardiopatía severa” como para dejarme llevar por el aire más improvisado y distendido que Ellos habían imprimido a su nuevo disco. No obstante, confiando en el espíritu grower del que siempre han gozado sus trabajos, emprendí una segunda escucha claramente reveladora, que puso en un lugar destacado la melancólica “Tarántulas y súcubos”, con ese estribillo juguetón que evoca gratamente a Franco Battiato. También me descubrió nuevos teclados adictivos, efectos y bases llenapistas en la grandiosa “No finjas”, el brillante dúo con María Montenegro de Dënver, que demuestra que sí, que Ellos han querido hacer un efectivo disco de technopop, o el evidente acierto en la nueva producción del single “Lengua viperina”, tan seductoramente elegante que se reivindica como uno de sus medios tiempos mejor logrados. Hasta la energética “Prisa”, con otro de sus estribillos álgidos y esdrujulizados marca de la casa, se postula como otra de las banderas del álbum, con una locución de Frank Gálvez que no deja de recordar, aunque todavía a cierta distancia, a “Campeón”… Y casi acabo sucumbiendo a la estimulante descarga de “O tú o él o yo”, un single con vocación de himno, cuyas magníficas intenciones no ocultan una letra no todo lo convincente que sugiere su título, y que adolece de la vertiginosa fluidez de “Dicen que te vas”, en la que tanto parece reflejarse.
La tercera y sucesivas escuchas vinieron a reafirmar la elegancia que esa melancólica declamación imprime a la ultracorrecta “Aunque te rías de mí”, que parece un single escrito por Ellos a la medida de Miguel Bosé, y acabo lamentando que el gran estribillo de “Extraña melodía” no sostiene por sí solo un tema hermético arruinado por las despiadadas estrofas que Iván Ferreiro desgrana de aquella forma. O cómo, una vez más, las fallidas estrofas y el rigor acústico acaban ahogando el prometedor estribillo de “Una mancha en tu historial”.
En este singular proceso depurativo, del que confieso que sale indemne gran parte del álbum, parece que el orden de las canciones les ha jugado una mala pasada, una de las razones por la que no ha podido salvarse la sutileza de su crítica política en “Tu tiempo está acabando”, cuyas carencias aparecen demasiado expuestas al principio del repertorio. Tampoco enganchan los punteos y teclados que adornan los excesos divagativos de “Ente superior”, ni convencen cuando insisten en su vena más rockera con la prescindible “Estrella patria”, que incide en errores pasados ya cometidos al final de anteriores álbumes (basta mencionar, que no recordar, “Aún no lo sé” de Cardiopatía Severa, o “Berta” en Qué fue de Ellos).
Si tuviera que buscar una esencia aglutinadora de este trabajo, diría que con la indisimulada vuelta al electropop de sus inicios, el dúo madrileño no viene a superar con “Pop Cabrón” los grandes logros de su carrera, sino a seguir reivindicando su asombrosa capacidad creativa y su incansable búsqueda de nuevos clásicos, elemento vertebrador de su versátil y admirable trayectoria.



