





El sonido guitarrero y oscuro que abre el álbum con“Plastic Monsters” es, junto con el pop-rock nostálgico de “Tanto tiempo sin ti”, el que más se vincula con la propuesta acústica y rockera de “I will glam”. Sin embargo, no se hace esperar la huella de Stephano en la producción del disco, especialmente en tres temas que conforman una espectacular línea creativa junto a Pedro Marín, que corroboran que el artista sigue superándose disco a disco después de su reentrada en el panorama en 2006. Así, vemos cómo ese vibrante pulso electropunk de la banda barcelonesa aflora en la trepidante “Yo sé”, con un estribillo explosivo que parece replegarse en la versión 2.0, más electrónica y minimalista. Y muy significativamente en la provocadora y sensual “Te veo bailar” (con una interesante versión 2.0 extendida), que atrapa por sus guitarras memorables y el magnetismo de unos teclados impregnados de un intenso sabor a disco setentero ante el que es imposible no rendirse, quizás su composición más lograda desde “Pulpo Negro”. Continúan los momentos álgidos con el indie pop entusiasta y luminoso de “Sal”, que lanza un mensaje liberador que propone una alternativa vital al margen del sistema (“sin consumir, sin circular, sin repostar, viviendo en libertad…”).
La afortunada revisión en clave electro de algunos de sus primeros éxitos, como “Cómprame” (1982) o“Que no” (1980) recupera ese electropop limpio, apasionado y deliciosamente melódico de sus inicios, revelando la sorprendente vigencia de esos temas, y reivindicando su figura como artista pionero del technopop bailable e introductor del italodisco en España. De tiempos pasados también trata la sugerente“Cumbres de éxtasis”, excelente medio tiempo dominado por una calidez nostálgica y adornado por cuerdas majestuosas. En medio de este despliegue de melancólica retrospectiva, descubrimos que el extravagante experimento sonoro de “The Saint” oculta una brutal y atrayente descarga techno bailable que excusa la delirante parte vocal, licencia creativa surgida de la colaboración de estos dos insólitos artistas. Mientras que la impecable factura pop de “Héroe de metal”, que aglutina con maestría una ágil percusión, amables teclados y brillantes variaciones vocales, imprime un dulce aroma a despedida, poniendo un broche idóneo al álbum más arrebatador, sorprendente y ecléctico de Pedro Marín.



