



Desde que Stefan Olsdal, bajista de Placebo, crease junto a David Amén el proyecto “Hotel Persona DJ”, dándose a conocer pinchando en media Europa, y se pusieran juntos a remezclar a grupos como Queens Of The Stone Age o She Wants Revenge, el nombre ya comenzaba a sonar con fuerza en distintos ambientes. Paralelamente, su colaboración como djs en fiestas de Londres, editando demos de los temas propios que allí presentaban, fue el origen de la formación como banda de Hotel Persona, que se completaría con la reciente incorporación de Javier Solo, principal intérprete de las canciones en español, mientras Stephan defiende con solvencia los temas cantados en inglés. Con esta serie de movimientos comenzó a crearse cierta expectación en los ambientes underground, que han sabido mantener hasta la publicación de su primer álbum “En las nubes” (PIAS/08). Si a estos antecedentes, que hacen que el álbum de debut de Hotel Persona llegue con viento a favor al panorama pop-rock independiente, unimos la lista de colaboraciones que incluyen nada menos que a Brian Molko (Placebo), Alaska (Fangoria), Samantha Fox y Miguel Bosé, no podemos sino confirmar la evidencia de lo que esperamos sea un nuevo hype emergente.
A pesar de haberse granjeado la predisposición favorable de cierto sector del público indie patrio, sólo la escucha del disco viene a confirmar las inmejorables expectativas que se habían creado en torno a ellos. “En las nubes” irrumpe en la escena independiente nacional como un auténtico tratado del mejor pop fresco y contundente, de influencias electrónicas y sonido guitarrero, con melodías que desarman por su efectividad y letras que desconciertan y enganchan por su accesibilidad y su provocadora invitación a la diversión, al desenfreno o a la reflexión. En la disyuntiva entre sucumbir a la euforia y ensalzar este fantástico disco de debut, o dejarme llevar por un prudente escepticismo, a la espera de revalidar mis impresiones en sus directos y en próximos trabajos, opto por enfrentarme con naturalidad a las sensaciones tan especiales y sugerentes que nos ofrece esta envidiable ópera prima, tratando de digerir semejante contraste entre la euforia discotequera de ciertos cortes, y la delicada sensibilidad casi desgarradora del lado más intimista del álbum.
“En las nubes” presenta una propuesta de baile sorprendente, con tres temas absolutamente rompedores. “Apocalipsis”, el acertado primer single, aparece como una sobredosis de frescura en la escena independiente, tanto por lo curioso del mensaje (con una letra sencilla pero intencionada en su metafórica versión del ‘carpe diem’ discotequero), como por la enorme fuerza de sus demoledoras descargas guitarreras en un estribillo que invita al baile más desinhibido. “+amor”, demuestra el buen estado de forma del trío, un auténtico rompepistas con mensaje humanista y melodía atormentada, de coros perfectos a dúo con Alaska, y un tramo intermedio apuntalado con proclamas abocinadas muy al estilo de SPAM, que rompe con la exquisita secuencia melódica del tema, para enlazar de nuevo con el soberbio estribillo. “Fantástica” es otro hit perfecto de producción impecable que Sarassas Music habría matado por firmar, un himno definitivo del petardeo más underground por el que las Nancys Rubias venderían su alma y su fondo de armario, de ritmo hiperbailable, estribillo triunfal y rimas tan evidentes que la hacen superadictiva y tremendamente divertida.
Si bien los temas de descarada vocación discotequera pueden acaparar la atención inmediata de la escucha apresurada, no dejan de sorprender los momentos más íntimos del álbum, con temas de inusitada sensibilidad en el panorama pop. Desde la frágil delicadeza de “Quiero volar”, sugerente testimonio sobre la necesidad de escapar de todo, a la melancólica declaración de amor de “Addicted”, con una de las más bellas melodías del álbum. El desconcierto que dejan experimentos de aires flamenco-chill en la curiosa “El Mar”, contrasta con la elegante y sensual balada electrónica “Touch me”, cantada a dúo con Samantha Fox, con exquisita producción de cuerda, o la descarnada sinceridad de “Cada día”, con una delicada melodía en la que se luce un Miguel Bosé al que le sienta como un guante la letra irónica y cruda en la que se dejan al descubierto los sinsabores más trágicos del deterioro progresivo e inevitable de las relaciones de pareja. A medio camino se sitúa “Modern kids”, con la impronta de Placebo, en una reflexión sobre el vacío existencial de la juventud de la era cibernética, que con voces sugerentes, coros precisos y un estribillo muy efectivo, sitúa a un alto nivel esta colaboración con Brian Molko. Hasta se atreven a bajar el telón con una delicada nana de corte muy pop con amplios coros infantiles en “Lullaby for Evan”, poniendo la nota más tierna del álbum.
La extremada y casi desconcertante variedad que exhiben los distintos cortes del álbum es fruto tanto de la versatilidad estilística del grupo, como de los distintos estados de ánimo, influencias e inquietudes artísticas por las que han atravesado sus miembros a lo largo de su creación, dando lugar a una insólita coexistencia entre el petardeo del baile y el drama intimista, la superficialidad hedonista y la reflexión profunda, en definitiva, la contraposición de dos caras complementarias del ser humano. Porque en la vida también pasamos a veces con cruel vértigo de estar en las nubes a tocar fondo e instalarnos en la depresión más insólita, que muchas veces, sólo la música puede curar.




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[…] producido por el sueco Stefan Olsdal (Placebo, Fangoria), con letras de Alba y David Amén (Hotel Persona). En esta ocasión, la refinada producción de Stefan aporta un sutil balance entre la electrónica […]