29/02/08 sesión golfa por Iván Trash  

Iván Trash nos va a comentar regularmete sobre los próximos estrenos de cine.

 

En el punto de mira

Puntuación: 1 estrella

En el punto de mira, dirigida por Pete Travis (Omagh) y escrita por el debutante Barry Levy, se diseñó con la sana intención de romper esquemas dentro del género de acción. Para ello, narran en 23 minutos de duración los acontecimientos en torno a un atentado contra el presidente de Estados Unidos que acontece en la plaza Mayor de Salamanca durante una cumbre de jefes de Estado.
Travis y Levy retroceden hasta por cinco veces al punto inicial de la narración para mostrarnos el mismo acontecimiento desde los diferentes puntos de vista de 8 personajes, involucrados de una u otra forma en la comisión e investigación del magnicidio.
Este recurso llama la atención al principio, pero a la tercera o cuarta vez que se ha rebobinado al punto de partida, el sentimiento de cabreo en el espectador comienza a crecer. Un factor al que también contribuye un pretencioso guión que, a pesar de estar repleto de giros, es predecible y caótico.
Nunca se explica el motivo del atentado ni su autoría, su estructura es un constante deja vú, algunos personajes son directamente absurdos -como el de Forest Whitaker o el de Eduardo Noriega, cuya trasfondo nunca se explica-, las situaciones de acción rayan el absurdo (¿un rifle accionado por mando a distancia?), y para colmo el remate final provoca más risa que emoción, sobre todo por una ambigua declaración de lealtad.
El director, forjado en la escuela de Paul Greengrass (autor de la saga Bourne), demuestra que ha aprendido de su maestro las claves para rodar escenas de acción: persecuciones agotadoras e increíbles, ritmo trepidante y montaje vertiginoso.
Lo incomprensible es que el rodaje de la película, ambientada en Salamanca, se haya realizado íntegramente en México. A nada que fijamos la vista, vemos como los extras tienen rasgos mexicanos, los edificios son neocoloniales, algunos coches son americanos y, lo peor de todo, los actores del reparto intentan camuflar de forma muy burda su acento nativo.
Y si el guión y la ambientación son imposibles, las interpretaciones no le van a la zaga. Vale que los personajes son planos y huecos hasta la zafiedad, pero cabría esperar que Dennis Quaid no se pasara toda la película con la misma cara de palo o que William Hurt, Forest Whitaker, Eduardo Noriega, Matthew Fox o Sigourney Weaver hicieran algo más que cumplir con la papeleta y cobrar el cheque a la salida.

Lo mejor: Las escenas de acción, tan trepidantes como inverosímiles.
Lo peor: Falta tensión y sobran algunos giros imposibles y el lamentable final.


Las hermanas Bolena

Puntuación: 1 estrella

Las hermanas BolenaEnciendo la televisión. Me trago estoicamente varios capítulos seguidos de Los Tudor y contemplo a un Jonathan Rhys Meyer en permanente pose, gustándose tanto que irrita, dirigiendo los destinos de un país a golpe de polvo. Veo una Ana Bolena pérfida, ambiciosa, interpretada con poco acierto por una actriz de ojos saltones y nariz respingona, cercana a la imperfección física que se le atribuye a la mujer que cambió el destino de toda una nación.
Acudo a ver Las hermanas Bolena, primer trabajo en cine del televisivo director Justin Chadwick, con cierta sensación de empacho ante la cantidad de cine reciente que se centra en la historia de Gran Bretaña en el siglo XVI -otro ejemplo reciente es la serie y doble película en torno a Isabel I, la reina virgen engendrada por Ana Bolena-.
Me encuentro con que las dos hermanas son interpretadas por dos de los objetos de deseo más perturbadores del momento: Scarlett Johansson y Natalie Portman. Y el rey Enrique VIII por el musculoso y atractivo Eric Bana (Hulk, Munich). Tres actores muy ‘cool’ para unos personajes en realidad menos agraciados.
Avanza el metraje y tengo la permanente sensación de que serie o película me toman el pelo. Difieren tanto los hechos históricos, el retrato de los personajes que intervienen, las motivaciones de todos ellos, su locura, ambición y redención que parecen acontecimientos sucedidos en dos países que nada tuvieran que ver.
Esa sensación se acrecienta cuando te das cuenta de que en este telefilme, camuflado de superproducción, la historia se cuenta a saltos, sin que nada parezca que tiene que ver con nada, sin explicaciones, datos ni argumentos. Pareciera que el director quería contar más, que gran parte de su trabajo nunca saldrá de la mesa de montaje.
Alabo el esfuerzo del trío interpretativo, aunque me hubiera gustado que Scarlett no estuviera tan claramente desaprovechada, que la Portman explorara más la maldad y turbiedad de su personaje y que Eric Bana se saliera del disfraz para interpretar a uno de los monarcas más patéticos, temperamentales y megalómanos.
Termina la proyección y acudo a unos grandes almacenes. Compro un interesante libro sobre Enrique VIII y recupero en DVD la magnífica Ana de los mil días, con unos Richard Burton y Genevieve Bujold siempre al borde la perfección. Me relajo en el cómodo sofá. ¡Bendito DVD!

Lo mejor: Ana Torrent, en el papel de Catalina de Aragón, y esa mirada que fulmina a la Portman.
Lo peor: Como no conozcas algo de la historia de ese periodo histórico, no te enterarás de nada.


27 vestidos

Puntuación: 0

27 vestidosDos son los reclamos publicitarios que nos lanzan las hadas del márketing cinematográfico para hechizar al futurible espectador de la comedia romántica 27 vestidos. De un lado, el que su protagonista sea televisiva actriz Katherine Heigl (Anatomía de Grey), y de otro el que su guionista sea el autor de El diablo viste de Prada, una comedia romántica ñoña que sin el despliegue de talento de Meryl Streep jamás hubiera abandonado su genuino tufo de telefilm.
Y como era de esperar cuando una película se promociona apoyándose en estas artimañas, 27 vestidos es una comedia romántica aburrida, plana, lamentable. Nada en esta cinta seduce, entretiene o cautiva. Ni siquiera la siempre cuidada fotografía en esta clase de productos.
Su arranque es prometedor: Jane se pasa la vida organizando y ejerciendo de dama de honor de innumerables bodas (casi tantas como el número que aparece en el título). Pero por más chulos que se liga la pobre infeliz, su corazón pertenece al pavisoso de su jefe, interpretado por un Edward Burns al que cada vez cuesta más encontrarle expresividad en su cara.
En una de las bodas conoce a un chico guapísimo (James Marsden) y cínico que trabaja como periodista en la sección de bodas de un conocido periódico. Él se enamora de ella, pero Jane sigue empeñada en su poco prometedor jefe, hasta que la explosiva hermana de Jane irrumpe en la vida de ambos, caza al millonario jefe y comienza a preparar su boda. Un revulsivo que a Jane le sirve para darse cuenta de que su vida debe cambiar.
Entre medias, asistimos a una soporífera película de diálogos vergonzosos, escasos momentos de humor, giros dramáticos que se ven venir a la legua y un tufo conservador que tira para atrás. Algunas escenas están metidas con calzador para intentar dar una impresión de coherencia a un guión alargado hasta la extenuación. Lástima que esa misma honestidad no sirva para aclarar si Jane vive de organizar bodas o la empresa en la que trabaja tiene otro cometido, un ejemplo más de la pereza infinita del guionista.

Lo mejor: James Marsden, un chulazo lo mires como lo mires.
Lo peor: Hay que estar muy loca para enamorarse del pavisoso de Edward Burns.

 

 

 

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