28/03/08 sesión golfa por Iván Trash  

Iván Trash nos va a comentar regularmete sobre los próximos estrenos de cine.

 

 

 

La noche es nuestra

Puntuación: 2,5 estrellas.

La noche es nuestra‘We own the night’ (‘La noche es nuestra’) fue el lema que la policía de Nueva York utilizó a comienzos de los 80 para advertir a narcotraficantes, pandilleros y delincuentes de que la noche no sería un refugio para sus ‘negocios’. Era un momento en el que la violencia crecía exponencialmente, morían en las calles dos policías de media al mes y nuevas drogas como el ‘crack’ corrompían todos los niveles de la sociedad.
Muchas películas han tratado de reflejar esa atmósfera convulsa, la inevitable simbiosis de los poderosos que se forran destruyendo a los más débiles. La última de ellas recoge se títula como ese lema de la policía y narra la rivalidad, enfrentamiento y redención de dos hermanos situados en bandos distintos.
Mientras Bobby Green (Joaquin Phoenix) hace la vista gorda en la discoteca que dirige para no reconocer que es una tapadera de la mafia rusa, el capitán Joseph Grusinsky (Mark Wahlberg) lucha contra el narcotráfico en las calles de Nueva York. En medio de ambos se sitúa su padre (Robert Duvall), un legendario jefe policial que ejemplifica el dilema moral al que se enfrenta una sociedad que se debate entre la firmeza contra la corrupción y el perdón a los ángeles caídos.
Se nota que el director y guionista James Gray es buen conocedor del cine policial de los 70 y de Martin Scorsese, referentes claros en el rugoso metraje de La noche es nuestra. Una cinta con un buen arranque que poco a poco se diluye en la reiteración de tramas y conflictos de los anteriores trabajos de Gray (Cuestión de sangre y La otra cara del crimen, con el tándem Phoenix-Wahlberg).
Lejos de alcanzar la tensión y brillantez del enfrentamiento ‘fraterno’ de Infiltrados (Martin Scorsese), el espeso retrato de la mafia rusa de Promesas del Este (David Cronenberg) o el realismo de la hermética American Gangster (Ridley Scott), La noche es nuestra se queda en un título entretenido pero insustancial.
A escenas interesantes, Gray contrapone otras fallidas. Sobre todo en los momentos de acción. La persecución en coche, el momento ‘mechero’ o el desenlace final carecen de suspense, de tensión y fuerza pese a su astuto montaje. Joaquín Phoenix, Eva Mendes y el siempre impecable Robert Duvall interpretan con solvencia y matices a sus personajes, mientras que Wahlberg mimetiza al leal teniente de policía que interpretó en Infiltrados.

Lo mejor: La cuidada y claroscura fotografía.
Lo peor: Cuesta creer que el personaje de Phoenix oculte sus raíces familiares de forma tan sencilla.



Despierto (Awake)

Puntuación: 1 estrella

Despierto (Awake)Puede que la próxima vez que me someta a una operación quirúrgica recuerde el extraño fenómeno de la ‘percepción intraoperatoria’, término médico con el que se define la escalofriante percepción de todo lo que dicen y hacen los cirujanos mientras te abren en canal.
Según cuentan expertos en la materia, este horror le sucede a un número ínfimo de personas debido a que existen cuatro grados de profundidad anestésica, el peor de los cuales es que te enteres de que el cirujano quiere ligarse a la enfermera invitándola al fútbol mientras te realiza una operación a vida o muerte.
El protagonista de la monótona y aséptica Despierto (Awake) no sólo se entera del calentón del cirujano de turno sino de que su operación de trasplante de corazón encubre en realidad su propio asesinato. El interfecto es un joven millonario, dueño de un conglomerado económico heredado de su difunto padre. Como el dinero no da la felicidad, Clayton Beresford lo tiene todo menos la salud. A sus 22 años debe someterse a un arriesgado trasplante para sobrevivir.
Mientras se procede a su operación, Clayton descubre que algunas de las personas que le rodeaban están envueltas en una extraña conspiración para acabar con su vida. Él lo oye todo pero permanece inmóvil en la mesa de operaciones, anestesiado quizá ya para siempre.
Hay que elogiar el buen intento de Joby Harold de construir en su ópera prima un thriller lleno de giros que empatiza con el espectador debido al proverbial miedo que todo bicho viviente tiene a cualquier operación. El problema es que Harold cae con pasmosa facilidad en un soso melodrama ‘teenager’ sin tan siquiera abordar el evidente mensaje de la película: lo efímero de las relaciones sociales.
A ello hay que sumarle su superficialidad, la reiteración de la trama, la sospecha que uno tiene desde el principio de quienes son los malos, la elección de dos protagonistas, Hayden Christensen (La guerra de las Galaxias) y Jessica Alba (Sin City), que son como dos témpanos en la pantalla. Despierto (Awake) es un título palomitero, de afortunado corto metraje pero que se olvida rápidamente cuando uno sale del cine.

Lo mejor: La solvencia de Terrence Howard y de Lena Olin.
Lo peor: ¿Por qué matar al chico cuando ya has alcanzado tu objetivo?



Seda

Puntuación: 1 estrella

SedaSe cumple casi una década desde que el realizador canadiense François Girard convenciera con El violín rojo, un thriller romántico que narraba el devenir a lo largo de 300 años en torno a un misterioso instrumento. Causa decepción que Girard (últimamente volcado en el teatro y la televisión) regrese al cine con un drama romántico tan desacertado y notoriamente mal contado como Seda.
El propio realizador es coautor del guión, adaptación para la gran pantalla de la novela homónima de Alessandro Baricco. Ambientada a mediados del siglo XIX, Seda cuenta las peripecias de Hervé, un Marco Polo francés que debe llegar hasta las más remotas regiones de Japón para adquirir huevos de gusanos de seda que salven a la industria textil de un pueblo galo, amenazada por una enfermedad que ha exterminado a los gusanos autóctonos.
Hervé sortea todos los peligros del viaje a excepción de la extraña atracción que siente por una callada joven japonesa. A partir de entonces se debate entre la fidelidad a su mujer y la pasión suscitada por la extraña y prohibida mujer.
El film de Girard se caracteriza por una brillante fotografía (con algún exceso onírico), una intimista banda sonora a cargo de Ryuichi Sakamoto y una notable desenvoltura a la hora de plasmar el choque entre diferentes culturas.
El problema de Seda es que los aspectos técnicos sobresalen sobre los dramáticos. Muy pronto se evidencia que estamos ante un hermoso envoltorio vacío, una película lánguida, lenta, sin alma, sin trasfondo, sin emociones que traspasen la pantalla en parte debido a un guión confuso y ensimismado.
Ni Michael Pitt (nuevo icono del cine indie) ni Keira Knightley otorgan vida propia a sus personajes, dedicándose a ofrecer su ya conocida galería de limitados recursos. Menos mal que Alfred Molina y Koji Yakusho demuestran oficio y regalan los mejores momentos interpretativos, aunque sus papeles sean ciertamente minúsculos.

Lo mejor: La banda sonora de Sakamoto.
Lo peor: A la media hora te da igual lo que les suceda a los protagonistas.


Casi 300

Puntuación: 1 estrella

Casi 300Efectivamente, la última parodia de los directores Jason Friedberg y Aaron Seltzer dista bastante de la sonrojante barbaridad de groserías como Epic Movie o Date Movie, en las que costaba muchísimo encontrar un solo chiste gracioso. Pero Casi 300 no roza ni de lejos la chifladura de títulos como Scary Movie ni de obras maestras del cine de parodia como Aterriza como puedas, Agárralo como puedas o Hot Shots.
Y eso que el material original, la 300 de Zack Snyder, tenía miga suficiente para garantizar una descacharrante parodia. Sólo hay que recordar, por ejemplo, la censura de Irán por el afeminado retrato del rey persa Jerjes, que más parecía una travesti en el carnaval de Río de Janeiro.
Con la nueva bufonada de Friedberg y Seltzer te ríes a ratos. Algo lógico en una película a ritmo de chiste por minuto.Uno ve Casi 300 con la misma predisposición que si te montaras en una montaña rusa de cualquier parque de atracciones.
Inicia su metraje fuerte -atención a los chistes de Angelina Jolie y Brad Pitt o sobre la díscola sexualidad de los espartanos-, cae muchos enteros hasta que los soldados llegan a las Termópilas -las caricaturas de Britney Spears y Paris Hilton no funcionan-. Después remonta en el tramo final -¡qué gran momento el protagonizado por Rocky Balboa!-, para finalizar en caida libre y en el tedio más absoluto con chistes tan malos como el de Lindsay Lohan saliendo de la clínica de desintoxicación.
Parte de ese fracaso es la reiteración de Friedberg y Seltzer en imitar a personajes únicamente conocidos en los medios americanos. Cierto es que el mercado principal de esta clase de películas es Estados Unidos, pero tampoco es plan de que en el resto de países donde se estrena nos quedemos a cuadros pensando en qué personaje será al que están imitando en pantalla.

Lo mejor: La imitación de Rocky Balboa y su ‘jeringazo’.
Lo peor: El reiterado fallo de introducir demasiados chistes localistas.


Llamada perdida

Puntuación: 1 estrella

Llamada perdidaMientras a mediados de los 90 Wes Craven pegaba sus últimos coletazos creativos con la posmoderna saga Scream, otros jóvenes realizadores se lanzaban a rodar terror con un grado de tortura, morbosidad y horror explícito superior al que estaba acostumbrado el espectador medio, inmunizado ante el dolor por una sociedad sometida a dosis diarias de violencia en directo.
Frente a ello, los estudios descubrieron el filón de revisitar el terror clásico de los 70 (regrabando títulos de Carpenter, Craven, Hooper o Romero) y el de copiar de otros países cintas innovadoras con las que cubrir el evidente agujero creativo de que adolece la industria hollywoodiense.
El terror japonés, dotado de atmósferas psicológicas densas y cierto grado de freakismo, ha sido el más calcado, hasta el punto de llegarse a contratar a los mismos directores para que volvieran a rodar la misma película plano a plano pero con actores norteamericanos.
El penúltimo remake nipón que se estrena es Llamada perdida. Una tibia historia en torno a una serie de misteriosas llamadas que personas sin aparente conexión reciben en su móvil y en las que escuchan su propia muerte. Como ya es costumbre, los protagonistas, en esta ocasión una joven (Ana Claudia Talancón) y un policía (Edward Burns), investigan el origen del misterio hasta sus últimas consecuencias.
 De por sí, el film original no brillaba sobremanera en la filmografía de Takashi Miike, el ‘Tarantino nipón’ que, por cierto, acaba de rodar un western posmoderno protagonizado por jakuzas y en el que interpreta un papelito el mismísimo director de Kill Bill.
Para colmo de males, el director del remake, Eric Valette, se carga lo mejor del original: el acertado tratamiento del suspense. Valette fragmenta el núcleo de la trama por todo el metraje y se empeña en dar todo ‘masticadito’ al espectador en vez de guardar el misterio hasta el clímax final.
Las primeras muertes, de marcado tono paródico, mantienen el interés de una repetitiva, simplona historia que poco a poco se va deshinchando como un globo hasta provocar la indiferencia total. Y entre medias, lo de siempre: telepredicadores de tres al cuarto, sacerdotes de dudosa moral, aterradores infantes, niñatos con las hormonas subiditas, aparatosas muertes y una pareja protagonista cuya química es nula.

Lo mejor: dura 86 minutos y se agradece.
Lo peor: la persistente desgana de Edward Burns.


Como la vida misma

Puntuación: 1 estrella

Como la vida mismaEl reciente éxito en taquilla y premios de comedias ‘indies’ como Pequeña Miss Sunshine o Juno está favoreciendo que nuevos autores como Peter Hedges (autor de la interesante Retrato de April) prueben suerte en este estilo desde los grandes estudios.
Se nota que Hedges ha intentado emular el estilo luminoso y alegre de autores como Leo McCarey a la hora de perfilar los personajes y situaciones de Como la vida misma. Hedges cuenta una de tantas reuniones familiares en las que ciertos secretillos contribuyen a enrarecer el ambiente.
El protagonista es Dan, un columnista que asesora sobre vida familiar cuando curiosamente la suya atraviesa un mal momento debido a la reciente muerte de su mujer. Dan, que debe sacar adelante a sus tres hijas, acude a la reunión anual de su familia en una idílica casa de Rhode Island. En el camino conoce a una bella mujer con la que promete volver a quedar. Lo que Dan no sabe es que ella es la nueva novia de su hermano y que ambos se reencontrarán más pronto de lo esperado.
El arranque de Como la vida misma es prometedor, pero a medida que avanza el metraje la comedia hace aguas en pos de un drama descafeinado, ñoño, previsible y sin ningún momento memorable. Más de lo mismo para quienes habitualmente disfrutan de este tipo de cine y no le piden grandes retos más allá del consabido final feliz.
Steve Carell despliega toda la retahíla de tics y poses que ya hemos visto en anteriores ocasiones, y Juliette Binoche demuestra que no se siente nada cómoda en su poco frecuentada vis cómica. Afortunadamente, el resto de actores secundarios (ojo a Emily Blunt) realzan y fortalecen las carencias de los dos protagonistas.

Lo mejor:
El repaso cómico que la fugaz Emily Blunt le pega a la Binoche.
Lo peor: Los manidos tics y poses de Steve Carell.

 

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