Piruetas en el Caribe
Piratas del Caribe 3: En el fin del mundo
Puntuación: 1 estrella.
172 minutazos. Ni más ni menos. A falta de decidir si habrá más secuelas, Jack Sparrow y los suyos cierran la trilogía con tres horazas de acción, aventuras y romances a medio camino entre el mundo de los vivos y el de los fantasmas.
Para aquellos que disfrutaran con las anteriores entregas de la saga, en “Piratas del Caribe 3: En el fin del mundo” encontrarán más de lo mismo y verán cómo se cierran los conflictos que han atañido a los principales personajes que han desfilado por su narración.
El punto de partida es el rescate del capitán Sparrow (Johnny Depp) de la bodega del Holandés Errante, el terrorífico barco de fantasmas comandado por Davy Jones (Bill Nighy), demoníaco ser que recorre los mares tomando como prisioneros a los supervivientes de los navíos que previamente ha hundido. Para liberar al pirata más excéntrico de la historia del cine, Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Swann (Keira Knightley) se han aliado con el Capitán Barbossa (Geoffrey Rush), el antihéroe contra el que luchó Sparrow en la primera parte y que fue resucitado por una misteriosa pitonisa justo al término de la segunda entrega.
A todos estos personajes se unen dos nuevos enemigos. Uno de ellos es un viejo conocido. Se trata de Lord Beckett, jefe de la Compañía de las Indias, que extorsiona a Davy Jones al objeto de lograr el objetivo con el que siempre ha soñado, que no es otro que eliminar el estilo de vida pirata, metáfora de la libertad del hombre. El otro enemigo es nuevo. Se trata del pirata chino Sao Feng (Chow Yun-Fat), aunque su presencia en el metraje sea menos importante de la que los ‘genios’ del marketing de Disney nos han vendido.
En el fondo, la historia es la de siempre. Hay que elegir un bando: El de los opresores que intentan eliminar la libertad o el de la minoría oprimida que se resiste a ser oprimida. Y claro, para que la película genera algo de interés y tensión, los guionistas apelan a traiciones, venganzas, angustias existenciales y demás trucos de prestidigitador. Y entre medias, la consabida historieta de amor estilo Hollywood para todos los públicos.
“Piratas del Caribe 3” es un chasco de película. Aburrida, fallida, sus tres larguísimas horas son puro fuego de artificio para solaz de encefalogramas planos y un permanente retorcimiento narrativo llevado al extremo de lo inverosímil a base de giros y más giros argumentales. Da la impresión de que muchas de las escenas entre batalla y batalla son puro relleno, intentos de otorgar profundidad dramática en una historia que anda bastante huérfana de buenos diálogos.
Los guionistas ni tan siquiera se molestan en ocultar un poquito los evidentes agujeros que intentan tapar sus carencias, y por eso vemos cómo Johnny Depp vuela y vuela cual trapecista por las velas de un barco y Davy Jones aparece allí por sorpresa (es sólo un ejemplo). A ver qué día se dan cuenta en Hollywood de que en el cine palomitero no todo vale y de que sus espectadores no son bobos a los que se puede engañar de cualquier manera. O al menos, eso quiero creer.
En esta tercera parte hasta Jack Sparrow está más comedido, menos excéntrico, más soso y mucho más ñoño. Vaya, que le echamos de menos (sobre todo en la primera media hora en la que no aparece). Y es que los auténticos protagonistas de esta tercera parte son Barbossa (espléndido Rush), Davy Jones y la parejita Orlando Bloom-Keira Knightley que tiene muy poquita química y gracia. Si en la entrega estrenada el pasado verano el ‘invitado’ sorpresa era el ‘cracken’, aquí lo es ‘calypso’, aunque uno no llegue nunca a entender muy bien su función en la película.
“Piratas del Caribe 2” recaudó en todo el mundo 746 millones de euros. En España, 29 millones de euros. El objetivo de Disney-Buenavista en esta tercera parte es llegar a los 30 millones y establecer un récord de taquilla difícilmente superable en nuestro país. Esta es la auténtica batalla final de la película, y lo mejor de todo es que son los espectadores los que tendrán la última palabra en ella.
Lo mejor: La escena final de batalla está filmada con tesón y maestría.
Lo peor: La absurda escena de la petición de mano y, obviamente, la desmedida duración.
Half Nelson
Puntuación: 3 estrellas.
En el lenguaje de Ia lucha libre, un ‘half-nelson’ es una llave inmovilizante de la que es prácticamente imposible librarse. Los guionistas de esta interesante y contenida película han utilizado este movimiento como metáfora de la vida de Dan, un autodestructivo profesor en una de las zonas más deprimidas de Brooklyn.
Por las mañanas Dan se salta todas las normas marcadas por el sistema para ofrecer una educación liberal y motivadora para sus alumnos. Por las noches se evade de su desilusionada visión de la sociedad en pasotes de campeonato con las drogas como únicas amigas.
Su vida cambia cuando una retraída alumna de color, llamada Drey, le descubre en uno de sus cuelgues. Esta niña que se ha criado en un ambiente convulso inicia una extraña amistad con el maestro, alimentada en las carencias afectivas de ambos.
“Half Nelson” es una arrebatadora, estimulante, sosegada película sobre la caída de los ideales liberales y sobre esa luz para salir del fondo que nunca se termina de ver con claridad. Ojo, esta no es una película sobre adicciones ni barrios conflictivos. Es un retrato íntimo a un ser desencantado y su profunda lucha interior.
Esta idea queda muy bien expuesta en la teoría de las fuerzas opuestas existentes en la sociedad que tanto cita Dan a sus alumnos, y que tomándole a él como muestra se traduce en su falta de creencia en un sistema del que sin embargo participa con entusiasmo en medio de sus resacas.
En definitiva, “Half Nelson” es una pequeña joyita del cine independiente rodada con un naturalismo sobrecogedor, cámara al hombro, excepcional sentido del ritmo, diálogos ágiles y que a su actor protagonista, Ryan Gosling, le supuso una muy justa candidatura al Oscar en la pasada edición.
Lo mejor: Huye de la sensiblería barata y del maniqueísmo ideológico.
Lo peor: Lo desolador de su mensaje final. Aquí no se comen perdices, ni se es feliz.
Delirious
Puntuación: 2 estrellas.
Bajo el amplio paraguas del cine ‘indie’ nos llega “Delirious”, rodada por el hipervalorado Tom DiCillo, director del que sólo me ha fascinado hasta la fecha “Vivir rodando”. El punto de partida de “Delirious” es la historia de Les, un decadente fotógrafo de famosos al que la suerte nunca llega a sonreírle del todo a la hora de conseguir la imagen que le encumbre dentro de la prensa rosa.
El fracasado fotógrafo es interpretado por el siempre increíble Steve Buscemi, uno de esos actores de fisonomía difícil con capacidad para ser permanentemente el centro de atención de la cámara.
En uno de sus trabajos cotidianos, conoce a Toby, un chico vagabundo aspirante a actor al que decide albergar por un tiempo en su destartalada casa-estudio. La estrecha amistad que ambos inician se ve truncada cuando Toby enamorara la megaestrella de pop del momento y, claro, Les decide conseguir esa foto que le lleva al estrellato.
“Delirious” nos habla del valor para afrontar una vida cotidiana aunque las expectativas no se hayan obtenido del todo, del sentimiento de orfandad emocional, de la fama como eslabón para alcanzar la gloria y de la inocencia como herramienta vital para evitar el dolor.
DiCillo intenta crear un cuento de hadas redondo, bien acabadito y justito de mensaje para no liarnos. Y aunque el trabajo de los actores es espléndido y el guión presenta algunas fases realmente ingeniosas, al final se pretende ser tan políticamente correcto que la historia pierde mucho gas y no termina de cuajar.
Lo mejor: Steve Buscemi, un actor con verdadero poder de seducción para el espectador.
Lo peor: Cabría esperar algo más de incorrección y acidez en el diseño de los personajes y la trama.
El violín
Puntuación: 4 estrellas.
Es sorprendente que una película que ha cosechado infinidad de premios a nivel internacional (entre ellos el de mejor actor en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes 2006) y que ganó tres premios Ariel (los Goya mexicanos) sin que se hubiera estrenado aún en México. De hecho, su estreno se produjo en Francia (¡) y no fue hasta hace apenas un mes cuando se consiguió que un distribuidor mexicano se interesara por “El violín” y se estrenara en los cines. Eso sí, con muy pocas copias. En España su llegada ha sido casi al mismo tiempo aunque igual de desapercibida.
“El violín” es una historia sobre la dignidad de los seres acorralados. Una desgarradora obra sobre la lealtad, la valentía, el honor a riesgo de perder la vida pero también sobre la capacidad del arte para sacar lo mejor de seres totalmente crueles e inhumanos.
Ya desde el principio de la película, con esa escena de torturas en un pueblo campesino, nos queda claro que “El violín” es una historia diferente al resto. Esa escena, que pone realmente los pelos de punta, nos introduce en la historia de unos cuantos campesinos que en una aldea cercana guardan armas para luchar contra la invasión cruel en sus aldeas del ejército federal. Cuando los militares llegan a la aldea de Don Plutarco y hacen y deshacen a voluntad, este viejo anciano decide armarse de valor y usar su violín como herramienta para ganarse a los militares y lograr sacar de su escondite las armas almacenadas por la resistencia popular.
Convertido en una metáfora sobre la violencia, es el sonido del violín el que nos marca la pauta de una película en la que se masca la tensión en todo momento y en la que el suspense es magistralmente conducido por su director, Francisco Vargas. La mayor parte de sus actores no son profesionales y logran un portentoso ejercicio de honestidad a la hora de ponerse en la piel de sus personajes.
La fotografía en blanco y negro otorga al film esa sensación de neblina y claroscuro permanente que tiene esta hiperrealista y seca película rodada con austeridad. Id a verla y saldréis realmente conmovidos, sobre todo con la interpretación de Don Ángel Tavira, ese anciano manco que toca el violín como Rostropovich.
Lo mejor: Esta historia sobre la dignidad de los condenados te mantiene en vilo desde el principio hasta el final.
Lo peor: Se abusa del maniqueísmo y hay demasiada doctrina ideológica. |