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RosaOscuroCasiNegro
Tú la letra, yo la música
Ingredientes básicos para diseñar una comedia romántica: Chico y chica se conocen, un encuentro que les ayuda a salir de su apática y, por lo general, solitaria vida. Añádanse unas gotitas de humor aptas para todos los públicos, dos o tres tímidas citas más o menos exitosas, un fuerte desencuentro entre los indecisos amantes y un final apoteósico y emotivo donde triunfe el amor, y tendremos la exitosa fórmula del género.
Tú la letra, yo la música repite ese mismo patrón mil veces visto en anteriores ocasiones. Pero por fortuna, su director y guionista, Marc Lawrence, ha decidido huir de la insufrible ligereza de similares producciones recientes para crear, además del colorido romance, una ácida y divertida historia sobre la fama, el éxito, los servilismos artísticos y los tortuosos procesos de creación en el mundillo musical.
Para Lawrence, esta es su segunda película como director tras la mucho más ramplona Amor con preaviso. En Tú la letra, yo la música, Lawrence repite con Hugh Grant, a quien ha creado un personaje a su medida. Su pareja en esta ocasión es Drew Barrymore, esa niña que protagonizó E.T. y a los trece años ya estaba en una clínica de desintoxicación por drogas y alcohol.
Grant interpreta a Alex Fletcher, una decadente estrella de los ochenta que formó parte del dúo musical PoP, cuyos paralelismos con Wham van más allá de la mera sátira. Su vida artística sucumbe actuando en ferias y parques de atracciones ante un puñado de nostálgicas fans.
La megaestrella pop del momento, Corey Corman (que se asemeja en petardismo, misticismo y tontería a Britney Spears o Christina Aguilera), encarga a Fletcher un tema para su próximo disco. La oportunidad de regresar a los grandes escenarios se convierte en una tortura para Fletcher, a quien componer letras no se le da muy bien. La inspiración le llega a través de las rimas que suelta la excéntrica y guapa chica que riega las plantas en su casa.
Repleta de chistes ingeniosos tan británicos como el propio Grant, la película tiene en lo visual uno de sus mayores aciertos. Un hecho que queda refrendado en el hilarante videoclip que abre y cierra una de las comedias románticas más divertidas de los últimos tiempos. Un vídeo que Grant rodó algo borracho por su miedo natural a los escenarios. Lo que nos lleva a lo mejor de esta comedia: que el propio Hugh Grant no se tome nunca en serio.
Tú la letra, yo la música. Puntuación: 3 estrellas.
La vida en rosa
Edith Giovanna Gassion. O lo que es lo mismo Edith Piaf, ha sido probablemente la mayor cantante francesa de todos los tiempos y un emblema cultural para sus millones de seguidores.
Desde su nacimiento en 1915 hasta su repentina muerte en 1963, su vida estuvo plagada de infortunios, accidentes, muertes, delirium tremens, agitación sexual,y hasta un intento de suicidio. La intensidad vital de una mujer que se crió en el prostíbulo de su abuela materna y preconizó la rebeldía intelectual en los 50, se transparentaba en una inimitable voz que se crecía a medida que el pequeño cuerpo de esta mujer se encorvaba.
Ha costado un notable esfuerzo financiero y de producción –atentos a la espectacular fotografía- poner en pie una película que radiografiara los principales acontecimientos en la vida de esta mujer nacida en los barrios bajos de París y cuya voz conquistó los principales escenarios del mundo.
La vida en rosa, dirigida por Olivier Dahan, es una borrascosa acuarela llena de matices. Rodada en apenas cuatro meses, con enormes dificultades logísticas debido al reducido presupuesto, este drama biográfico nos presenta a una mujer apasionada, romántica, antipática, hosca, única, desesperante, dura, diva, entrañable.
La delicada fotografía reconstruye perfectamente las luces y sombras de diferentes épocas de la vida de Edith Piaf. Narrada de forma no lineal, La vida en rosa entrelaza varios momentos de la vida de esta mujer cuyo arte fue creciendo a medida que su cuerpo se volvía más enjuto.
El género del ‘biopic’, tan prestado por lo general al burdo folletín, la santurrona mitificación o la alabanza panegírica, siempre asusta al espectador. En La vida en rosa hay aspectos discutibles y una excesivo metraje, pero todo lo negativo se olvida cuando se contempla la extraordinaria interpretación de Marion Cotillard.
La actriz, que asegura no haber tenido la menor intención de imitar al personaje, logra captar todos los detalles, gestos y movimientos de la cantante con una perfección y cuidado grandiosos. Su mímesis con la Piaf es tal que cuesta creer que estemos ante una cinta de ficción y no un documental.
Tú la letra, yo la música. Puntuación: 3 estrellas.
Sunshine
El director de cine Danny Boyle nos sigue sorprendiendo. Poseedor de una filmografía tan rica como variada, Boyle regresa al thriller de ciencia-ficción, género en el que ya demostró correctas aptitudes en la entretenida 28 días después y la muy mala La playa.
Nuevamente, Boyle parte de una explicación científica para adentrarnos en el drama personal de sus protagonistas. Esta vez es la agonía del sol, cuya muerte provocará el fin de la Tierra. Un grupo de 8 científicos debe conducir una bomba del tamaño de Manhattan hasta el mismo astro para explosionarla y provocar un nuevo Big Bang.
Boyle demuestra haber estudiado con profundidad las películas clave del género. Sunshine no deja de ser una síntesis de elementos anteriormente vistos en 2001, una odisea del espacio, Solaris o Alien, el octavo pasajero.
No es casual que los astronautas mantengan conversaciones con la nave como en la cinta de Kubrick; que deban acudir en rescate de una nave que fracasó inexplicablemente en un anterior intento, como sucedía en la de Soderbergh; o que la tripulación de Sunshine tenga el mismo número de integrantes y posea también un ‘invitado sorpresa’ como era el caso de la película de Ridley Scott.
También de ella, Boyle recopila el universo estético, alimentado por unos efectos especiales ciertamente sobresalientes. Es la fotografía, con unos quizá recargados elementos plásticos, uno de los alicientes indiscutibles de esta película que demuestra mejor forma que fondo.
Y es que Sunshine adolece de muchos de los defectos narrativos de aquellas películas citadas. El principal de ellos es esa permanente obsesión por explicarnos con razonamientos metafísicos la lógica de todo lo que sucede en la pantalla, aunque el espectador se quede casi igual que estaba cuando aparecen los títulos de crédito. Ni un experto científico podrá encontrar explicación a muchos aspectos de los que allí aparecen (¿un astronauta sin el equipo correcto de respiración puede sobrevivir unos segundos en una atmósfera sin oxígeno y a diferente presión?).
Si no le damos vueltas a estas ‘minucias’, como espectáculo visual la película funciona, pero no es nada recomendable verla si se tiene el día especialmente espeso. En cualquier caso, Boyle vuelve a demostrar que, lejos de modas y etiquetas, es uno de los grandes nombres propios del cine actual. Se podrá equivocar (como es este caso) o no, pero lo cierto es que ya estoy deseando saber cuál será su próximo proyecto.
Sunshine. Puntuación: 2 estrellas.
Después de la boda
Era cuestión de tiempo que Susanne Bier, directora danesa con exquisita capacidad para escrutar la realidad, viera reconocido su enorme talento más allá de exhaustas rarezas como el cine Dogma. Te quiero para siempre, perteneciente al manifiesto Dogma, la situó en el mapa, la extraordinaria Hermanos la catapultó a la escena internacional y la portentosa, emotiva y sobresaliente Después de la boda la ha llevado a lograr una nominación al Oscar y a un proyecto cinematográfico en Estados Unidos: Things we lost in the fire, con Benicio del Toro y Halle Berry, cuyo rodaje comenzará en breve.
Como ya sucediera en la ‘dogma’ Celebración, en Después de la boda también es un evento familiar el que sirve como antesala a una historia de oscuros secretos, engaños contenidos y de la complejidad emocional que conlleva confesarlos o callarlos. En este caso es un cooperante internacional, Jacob, el que es invitado a ir a Copenhague a entrevistarse con un rico empresario que desea realizar una generosa aportación económica a proyectos solidarios.
El empresario invita a Jacob a la boda de su hija, un evento que sirve para que Jacob descubra que mientras dedicaba su vida a un hogar de niños abandonados en Bombay, en Dinamarca ha crecido una hija suya de la que desconocía su existencia.
Bier realiza unba contenida narración alejada de excesos melodramáticos para obligarnos a cuestionar en todo momento la gestión de los sentimientos que sus protagonistas realizan. Un guión construido a la perfección y unas interpretaciones sobresalientes por parte de todo el reparto, corroboran que estamos ante una de las directoras más atractivas, sugerentes, arrolladores y fascinantes del cine europeo. No deberíais perderos este fascinante ejercicio de deconstrucción de la fragilidad de los sentimientos.
Después de la boda. Puntuación: 4 estrellas.
El número 23
Sólo como una auténtica diarrea mental se puede clasificar este historia sobre personajes esquizoides que termina por marear y agotar al espectador. La historia parte una teoría conspirativa real. El "Enigma del 23" se refiere a que todos los incidentes y hechos están directamente relacionados con el Número 23, alguna permutación del Número 23, o a algún número relacionado con el Número 23.
Partiendo de este hecho, Walter Sparrow (Jim Carrey) convierte su vida en un auténtico infierno de tortura psicológica llevado por la lectura de una novela sobre los perniciosos efectos perniciosos del número 23. Se trata de una novela que le ha regalado su novia por su cumpleaños y que, a medida que lee, sirve a Walter para descubrir excesivos paralelismos con su vida. La vida del personaje principal del libro, un extraño detective llamado Fingerling (también representado por Jim Carrey), está llena de momentos que conducen a lugares comunes del pasado reciente de Walter.
Previsible, aburrida, hilarante, El número 23 es un intento de thriller psicológico que no logra ni los mínimos para su estreno en cine debido a un guión que tiene agujeros narrativos tan evidentes que dan vergüenza ajena. Un intento de construir una mareante cinta que de tan rebuscada termina por agotar y causar estupor en cualquiera que tenga una mente sana.
El número 23. Puntuación: 0. |