17/08/08 sesión golfa por Iván Trash  

Iván Trash nos va a comentar regularmete sobre los próximos estrenos de cine.

 

 

 

El caballero oscuro

Puntuación: 4 estrellas

El caballero oscuroMucho se ha escrito y rodado acerca de las numerosas conexiones entre el poder y la cloaca, de cómo la corrupción alimenta a una sociedad necesitada del crimen para justificar y revalidar la escala moral que nutre su entramado. Si en Batman Begins, el director Christopher Nolan narraba los orígenes identitarios del superhéroe, su toma de conciencia ante el mundo, la sed de venganza del torturado millonario Bruce Wayne, en su segundo y definitivo acercamiento al personaje el epicentro ideológico es esa permanente lucha entre dos contrapoderes que se retroalimentan, tema muy actual en estos tiempos que corren.

El caballero oscuroTal es el fervor con el que Nolan se entrega a la causa que el único fallo destacable de la película es el ensimismamiento en el que cae, la repetición sucesiva de tramas y mensajes en ocasiones algo grandilocuentes e impostados. Aunque el realizador demuestre bregar con habilidad entre las aguas del cine palomitero y el reflexivo, las dos horazas y media de El caballero oscuro se le pueden indigestar a más de un espectador con estómago poco dado a menús reflexivos.

Aquellos que no caigan en el empacho disfrutarán sin lugar a dudas del mejor retrato sobre la figura del superhéroe que se ha rodado hasta la fecha. Nolan nos presenta a un Batman deseoso de pasar el testigo, a un símbolo del Bien convertido en objeto de odio popular para garantizar la estabilidad del sistema. Como bien recuerda el Joker, la ausencia de Batman restaría sentido a la suya.

Muchos son los aspectos a destacar y comentar en este magnífico film: la estilizada fotografía que combina claridad y oscuridad con gran acierto; la precisión con la que son rodadas y montadas las escenas de acción; la contundente puesta en escena; la recreación de un Gotham en pleno proceso de expansión; el perfecto engranaje dramático que sustenta a todos los personajes; la poderosa banda sonora…

Pero sería imperdonable no destacar el magnífico trabajo interpretativo. A diferencia de su antecesora, en la que Batman era protagonista absoluto, en El caballero oscuro ese peso recae en un amplio conjunto de personajes. El fiscal de distrito -y futuro Dos caras- Harvey Dent (Aaron Eckhart) y el teniente Jim Gordon (Gary Oldman) forman el triunvirato del bien contra una cuadrilla del mal guiada por el impredecible Joker (Heath Ledger). Que el difunto Ledger era uno de los mejores actores de su generación fue algo que ya demostró en complicados trabajos como Candy o Brokeback Mountain. Pero el Joker que ha creado forma parte de la reducida lista de villanos antológicos. Difícil será que otro criminal nos aterre tanto como ese despiadado, loco, risueño y maquiavélico Joker con el que ha pasado ya a formar parte de la historia del cine.

Lo mejor: El sólido conjunto de interpretaciones.

Lo peor: La nulas explicaciones sobre el funcionamiento y finalidad de muchos de los aparatos tecnológicos que usa Batman.


Wall-E, batallón de limpieza

Puntuación: 5 estrellas.

Wall-E, batallón de limpiezaLa primera sinopsis que leí hace un año me provocó curiosidad. Pixar ultimaba una historia ambientada en el año 2700, era en la que los humanos han abandonado un planeta devastado por los residuos y el agotamiento de recursos. De su limpieza se encargan una serie de robots llamados Wall-E. De entre todos ellos, el último que sobrevive vaga en soledad por un mundo devastado, realizando su rutina constante de destruir basura.

Mis expectativas se acrecentaron al ver el primer tráiler y percibir la complejidad, sutileza y perfección a la que han llegado los animadores de Píxar. Y eso que tenían el listón muy alto tras habernos emocionado y transportado a la ternura de la infancia a través de las inolvidables proezas culinarias de la rata Remy de Ratatotuille.

Cuando se generan tantas expectativas en torno a un film, el sabor final que te deja su visionado suele quedar por debajo de lo esperado. Con Wall-E no sucede. Píxar ha parido un clásico moderno y una de las mejores películas de animación de la historia.

Un género que gracias a Los Increíbles, Ratatouille y Wall-E se encuentra en plena fase de maduración. Las cintas de animación han dejado de ser un pasatiempo infantil para cautivar a otros públicos con ganas de encontrar películas inteligentes, sin complejos, que fluyen libremente en las enormes posibilidades dramáticas que ofrece la animación.

De hecho, en lo narrativo Wall-E es una sencilla historia de amor y amistad con un transfondo reflexivo en torno a lo que cada cual somos capaces de hacer si ponemos ganas e ilusión. Pero hay espacio para un apocalíptico y a la vez optimista mensaje medioambiental y una crítica al estilo moderno de vida, que nos convierte en seres sedentarios dependientes de las máquinas.

Técnicamente, la puesta en escena de Wall-E es insuperable. Que las emociones de un robot, de algo tan frío y hermético como una máquina, reluzcan a flor de piel y traspasen el metal para alojarse en el corazón del espectador era, sencillamente, una quimera que se resuelve con éxito.

Es inevitable que el personaje de Wall-E recuerde a E.T., al R2D2 de La guerra de las galaxias o al Johnny 5 de Cortocircuito. De hecho, hay muchos referentes insertos en la película, como el homenaje a 2001: Una odisea del espacio. Sin embargo, el auténtico referente del personaje es totalmente humano. Wall-E es Buster Keaton miniaturizado en robot y lanzado al año 2700. No es casual que, en otra nueva proeza para los tiempos que corren, los 45 primeros minutos de Wall-E sean prácticamente mudos y deudores del ‘slapstick’.

Lo mejor: El cuidado detalle de todos los aspectos de la animación.

Lo peor: La sensación de que la segunda parte ha sido ligeramente estirada.



Mamma Mia!

Puntuación: 2.5 estrellas

Mamma miaAlgo especial deben tener las letras y melodías de Abba cuando artistas de diferente pelaje musical reconocen sin pudor, bien en privado bien en entrevistas, que el cuarteto sueco es uno de sus referentes indispensables. Sensacional confesión si tenemos en cuenta que hace una década admirar el talento de Benny, Björn, Agnetha y Frida era considerado un desvarío glam, una excentricidad sólo apta para la hinchada femenina y gay.

¿Es Abba el grupo de pop perfecto? Pocas bandas escribieron estribillos tan magnéticos y reconocibles, melodías tan pegajosas y bailables aunque fueran el marco para narrar un proceso tan amargo como una ruptura sentimental. ¿Acaso hay alguien capaz de resistirse a que sus pies se muevan al ritmo de S. O. S. o Waterloo?

Con tal material musical, cualquier espectáculo basado en el legado de Abba era garantía de éxito. Así lo refrendan los más de 30 millones de personas en 170 ciudades de todo el mundo que acudieron a ver el musical Mamma Mia! Ante tales datos, estaba “cantada” su adaptación al cine.

Mamma Mia! es un film exageradamente kitsch y petardo, una fiesta musical repleta de brillantina y confetti que no empalaga al carecer de toda clase de complejos. A los actores no les importa hacer el mayor de los ridículos en pos de un film únicamente orientado a la diversión, aunque destile el sempiterno mensaje de que la felicidad completa es el matrimonio.

El “buenrollismo” de toda la cinta provoca que el cerebro olvide la malograda dirección de Phyllida Lloyd, responsable también del montaje teatral. En una cinta musical, el perfecto manejo del lenguaje cinematográfico es imprescindible si quieres sacar el mayor partido a los números musicales, siempre difíciles de rodar. Lloyd mueve la cámara de forma nerviosa y malogra buena parte de los números musicales (Dancing Queen, Take a chance on me, Gimme! Gimme! Gimme…), aunque en otros el resultado sea más aceptable (S.O.S, Mamma Mia! o The winner takes it all).

Además, Pierce Brosnan y Colin Firth no abandonan su rigidez interpretativa habitual, ni se contagian del desenfado del resto de protagonistas, en especial el de una Meryl Streep en permanente estado de gracia que se echa a los hombros, sin ningún tipo de reparo, todo el peso de la película.

Lo mejor: Su descarada vocación de producto ligero y ese final tan kitsch.

Lo peor: La errática y desaprovechada dirección de Lloyd.


La Momia. La tumba del Emperador Dragón

Puntuación: 1 estrella

La Momia. La tumba del Emperador DragónNo entiendo el enamoramiento que ese ente llamado ‘taquilla’ mantiene con Rob Cohen, autor de las excesivas y poco apetecibles XXX y A todo Gas. Por eso, al conocer que sería el encargado de dirigir la tercera parte de la resucitada saga ‘La Momia’, no tuve más remedio que echarme a temblar. En un mundo perfecto, Rob Cohen no debería transgredir la barrera de los directores mediocres, más preocupados por las piruetas circenses que por las buenas historias.

Albergaba ciertas esperanzas en que Stephen Sommers, creador y director de las dos anteriores películas, no se desvinculaba del proyecto y trazaba las líneas básicas del argumento de la nueva entrega, aunque su ausencia en los títulos de crédito me haya dado que pensar.

Superar el fiasco que supuso la segunda parte, notablemente más mediocre que la primera, parecía fácil. Sobre todo si se tiene en cuenta que la acción de La Momia. La tumba del Emperador Dragón cambia de escenario –se traslada del Egipto de los faraones a la China imperial- y se adentra en míticas representaciones como los guerreros de terracota de Xian y la ciudad oculta de Shangri-la. A nada que se echara un poco de imaginación –que no de rigor histórico, no os confundáis-, se podía entregar una historia cumplidita y entretenida.

Craso error. Si bien es cierto que toda la saga combina el cine clásico de aventuras con la más pura esencia se la serie B, la autoparodia sobrepasa todos los límites de lo permisible en esta tercera parte, que no es que sea mala, pero que tampoco pasará a los anales del género.

De hecho, funciona como producto palomitero de reblandecido entretenimiento veraniego. El problema es que la historia está totalmente descompensada hacia la pirotecnia, las piruetas, el ridículo circense y los excesos de videojuego (¡ay, esa batalla final que parece sacada de una aventura gráfica cutre!).

Sobre los protagonistas, poco que decir. Brendan Fraser calca el personaje que le lanzó al estrellato. Maria Bello sustituye a la explosiva Rachel Weisz, que renunció a su personaje de Evelyn O’Connell quien sabe si oliéndose la papeleta. En un alarde imaginación sin límites, el rostro de la Weisz es sustituido por el de Maria Bello, actriz que calca los registros de chicazo de Katharine Hepburn para su papel y se convierte en la auténtica sorpresa de esta tercera parte gracias a un magnífico trabajo, un hecho destacable si tenemos en cuenta que nunca había transitado por el género.

Lo mejor: Un buen arranque a lo Tigre y Dragón.

Lo peor: La aparición del hijo de Rick O’Conell presagia una cuarta parte.

 

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