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Speed Racer
Puntuación: 1,5 estrellas
Cuentan los seguidores de Meteoro (Speed Racer en su versión inglesa), la serie manga de televisión en la que se inspira la nueva película de los hermanos Wachowsky, que su contribución a nivel estético fue decisiva para establecer los cánones de lo que los modernos llaman hoy en día ‘animé’.
No he visto ningún episodio de la serie original, creada a mediados de los 60 por el pionero del manga Tatsudo Yoshida, pero me dicen que las aventuras de este joven piloto de carreras dieron la vuelta al mundo y supusieron el descubrimiento de una de las principales fuentes de maná en la industria del entretenimiento: la explotación y venta millonaria de artículos relacionados con los personajes y tramas.
La adaptación al cine de Meteoro era un proyecto largamente soñado y muchas veces desechado desde que a comienzos de los 90 comenzara a especularse con la posibilidad. Ha hecho falta que los efectos especiales hayan sufrido una importante transformación en los últimos tiempos para adaptar con todo el despliegue visual requerible las hazañas del piloto de carreras a la gran pantalla.
Y eso que Speed Racer no es el típico producto que somete al espectador a toda clase de piruetas generadas por ordenador. Es más, el principal y único aliciente de la película es el cuidado grafismo, que conserva la colorista estética manga e imprime un aire decididamente pop, retro e imperfecto a todo el conjunto de la película gracias a barridos muy pop, contraposición inteligente de personajes y escenarios retrofuturistas.
Los hermanos Wackowsky han desplegado tanto su talento en la estética, que han olvidado por completo el fondo de la historia. La trama flojea hasta límites insospechados y reitera algunos de los evidentes errores en los que incurren los dos hermanos en sus cintas: ausencia de ritmo, excesivo metraje, guiones confusos y enredados, maniqueísmo perseverante y unos personajes planísimos.
De las dos horas y cuarto de metraje, los momentos más emocionantes de esta historia tremendamente moralista y previsible hasta la médula se viven en su primera media hora y en el tramo final. Imagino que el avispado productor de la película, Joel Silver (Matrix, Arma Letal 4), se hinchará a comercializar videojuegos. Pero en lo referente a lo cinematográfico, de esta historia cabría esperar mucho más que lo obvio.
Lo mejor: La estética y fotografía.
Lo peor: Las notas de humor protagonizadas por el hermano pequeño y el mono no funcionan.
Iron Man
Puntuación: 3 estrellas.
La exitosa fiebre de adaptaciones de personajes de cómic a la gran pantalla ha llevado a la Marvel a crear su propia productora y dar la imprescindible oportunidad a Iron Man, el gran olvidado de la factoría hasta la fecha, a dar el definitivo salto al cine.
Dos son las peculiaridades que convierten a Iron Man en personaje singular entre los creados en el seno de Marvel. A diferencia del tímido y recatado Spiderman, el magnate de la industria armamentística Tony Stark no se hubiera dedicado a salvar a los demás si no fuera porque las armas que tan exitosamente fabrica están a punto de matarle.
Cuenta Stan Lee, el gran creador de la Marvel, que se inspiró en la figura del controvertido Howard Hugues para diseñar a este Tony Stark multimillonario, soberbio, aventurero, sin escrúpulos, mujeriego y bebedor. Un glamouroso personaje al que en los cómics llegamos a ver sumergido en el alcoholismo, viviendo en plena calle y, definitivamente, sin el pudor social y el recato sexual de otros personajes de las páginas de cómics –la adaptación cinematográfica tiene corte familiar pero Stark no se corta a la hora de echarse al plato a sensuales damas-.
La otra gran diferencia que hace único a Iron Man es que sus poderes no son consecuencia de una extraña mutación, como les ocurría a los X-Men, o resultado de experimentos fallidos, caso de Los 4 Fantásticos. Stark es un científico dotado de alta inteligencia que se diseña un traje de oro y titanio a su medida.
Estamos ante la adaptación de cómic probablemente más fiel al original de entre las producciones recientes. Iron Man es honesta en todo su metraje. Jon Favreau ha rodado una cinta de acción pura y dura, repleta de persecuciones trepidantes, impresionantes efectos especiales y complejidad visual. Y todo ello sin que la violencia sea nunca demasiado explícita. Ya hubiera querido Michael Bay la mitad de emoción para su aburrida y opaca Transformers.
Sólo hay que achacarle a Iron Man una evidente caída de ritmo en su tramo medio, en el que prevalece el proceso de diseño de la armadura –algo monótono- sobre la trama de corrupción que denuncia el oscuro coqueteo del poder económico con el tráfico ilegal de armas en regiones del mundo en conflicto, uno de los grandes mensajes de la cinta.
La difícil papeleta de interpretar al superhéroe recae en un perfecto Robert Downey Jr., aunque entiendo que los histrionismos del personaje y su capacidad para lanzar la frase justa en el momento adecuado pueda irritar a los más puristas. A destacar también el buen trabajo de un camaleónico Jeff Bridges en el papel del temible Obadiah Shane.
Lo mejor: Sales con ganas de más Iron Man.
Lo peor: Qué buenos son los ‘yankis’, como siempre.
Casual Day
Puntuación: 3 estrellas
Embarcado en esa nueva ola de jóvenes cineastas con ansias de imprimir nuevos bríos a la anquilosada cinematografía española, Max Lemcke dirige con pulso, complejidad, sin concesiones a lo fácil y populachero, esta comedia dramática que corre el riesgo de pasar de puntillas por la cartelera, como ya le sucediera a otras cintas como Concursante, El método o Smoking Room con las que guarda muchos paralelismos.
"Casual Day" es una práctica empresarial importada de Estados Unidos con la que las compañías aprovechan para llevar de viaje a sus empleados, normalmente al campo, y así fomentar las relaciones personales entre compañeros, reducir su estrés y, de paso, mejorar el rendimiento en el trabajo.
El director encierra en un reducido espacio a un grupo de empleados, capitaneado por el dueño de la empresa, un tipo que se desvive por el trabajo y que se convertirá próximamente en el suegro de Ruy, novio de la hija del jefe. Gracias a él ha entreado en la compañía. El encierro en un reducido espacio desatará toda clase de situaciones, que revelan algunos secretos hasta entonces ocultos.
Lemcke ha rodado una extraordinaria, divertida y por momentos inquietante y violenta reflexión sobre el poder, la ambición y la búsqueda incesante del triunfo caiga quien caiga. Todo ello narrado de forma muy cáustica, seca por momentos, carente de cualquier provocación o chiste fácil, hasta dejarnos exhaustos con tanta profusión de negrura e inteligencia narrativa.
Lo mejor: El trabajo de dirección, un guión sin concesiones y Juan Diego.
Lo peor: Le cuesta arrancar.
Algo pasa en Las Vegas
Puntuación: 2 estrellas
Si usted es fan de la comedia romántica norteamericana, de los actores Cameron Díaz y Ashton Kutcher y de las vitriólicas batallas de sexos, continúe leyendo. De lo contrario, decídase por otra película para cultivar su pasión cinéfila.
"Algo pasa en Las Vegas" es la enésima cinta que nos plantea el enfrentamiento de dos personajes del sexo opuesto condenados a entenderse y, ¡oh, sorpresa!, amarse. Y es que no hay nada como el amor para solucionar todos los problemas, sobre todo si hay tres millones de dólares de por medio.
La cinta narra la historia de dos jóvenes que, tras un mal día, deciden marcharse a Las Vegas para olvidar su mala racha. En la ciudad del pecado se conocerán, se emborracharán, se casarán, se desenamorarán con la resaca y ganarán, como traca final, un suculento premio que les obligará, por mandato judicial, a permanecer casados y vivir juntos durante seis meses.
A partir de aquí empieza la clásica batalla de sexos: que si eres un guarro, que si eres una histérica, que si eres un superficial, que si eres demasiado alocada… Tras un errático comienzo, la acción comienza a ganar enteros, los chistes se afilan más y la comedia gana enteros hasta deshincharse en el clásico y consabido final.
"Algo pasa en Las Vegas" recuerda muchísimo a comedias estilo "La guerra de los Rose", pero sin alcanzar la negrura y mala leche de aquella magnífica cinta. La película que ha dirigido el debutante Tom Vaughan entretiene y tiene ritmo, convirtiéndola en el clásico producto para consumir con muchas palomitas y que se olvida fácilmente.
Lo mejor: Tiene ritmo, algunos chistes divertidos...
Lo peor: …pero el final de siempre.
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