Mucho chulazo por metro cuadrado
Diamante de sangre
Hubo una campaña a comienzos de los noventa que se encargaba de enseñarnos a una señora muy feliz porque su amorcito le había regalado un pedrusco de generosas proporciones. “Un diamante es para toda la vida”, decía el slogan. Ahora sabemos que estas piedras también puede significar perder la vida para otros.
Hay que agradecer al enjoyadísimo Hollywood que se gaste la pasta en hacer una película sobre un tema tan espinoso como poco conocido por el público en general: el tráfico ilegal de diamantes. Un asunto que adquiere tintes dramáticos cuando el país de origen está en conflicto bélico.
Y a pesar de que desde el año 2002 existe un proceso reglamentado que regula y arroja luz a la compra-venta de diamantes, sobre todo procedentes de África, lo cierto es que el mercado negro sigue estando muy fuerte. Mientras la gente no exija a la hora de comprar un certificado de garantía y transparencia en la adquisición de los diamantes, esta situación se prolongará.
Diamante de sangre es un correcto thriller que mezcla acción, drama, suspense, hechos reales y ficticios que une en pantalla a un mercenario que se dedica al tráfico de diamantes (Danny Archer) y a un pescador de Sierra Leona (Solomon Vandy) al que la guerrilla le ha quitado la dignidad, a su familia y a su hijo, convertido en niño-soldado. Seres acorralados, prisioneros, asustados, luchadores.
Su interesada amistad se inicia cuando Archer se entera de que Vandy ha enterrado un enorme pedrusco en plena huida de la guerrilla. Su búsqueda les lleva a recorrer un país en plena guerra civil. Ambos desean encontrarlo. Archer para comprar su libertad y cambiar de vida y Vandy para rescatar a su familia.
Está dirigida por Edward Zwyck (El último samurai) y muy bien interpretada por Leonardo DiCaprio (un actor que no para de crecer), Djimon Hounsou y Jennifer Connelly, que da vida a una periodista.
El único problema de la película es que la excesiva pirotecnia (que por cierto siempre aparece en el momento que le interesa al guionista) puede llevar a que su mensaje quede sublimado a la acción, los efectos especiales, las carreras y los disparos.
Diamante de sangre se deja ver con agrado e interés gracias a las excelentes interpretaciones y buenos momentos de acción. Pero podía haber sido algo más que puro cine de entretenimiento. Le doy: 3 estrellas.
Días de cine
Esta comedia no oculta su intención de satirizar la España de la Transición que se abría poco a poco a las libertades. Lo que pasa es que alguno se lo tomó muy en serio y puso de moda un subgénero tan vergonzoso y cañí como el cine de destape en el que musas como María José Cantudo, Nadiushka o Jenny Llada (un saludo Aviador Deluxe y Flor de Alcorcón) mostraban sus generosas curvas para regocijo del peatonaje, entiendo que muy heterosexual.
Hasta ahora no había ninguna comedia que satirizara aquella época. Ha tenido que ser un guionista y director tan lamentable, casposo, tópico y falto de gracia como David Serrano el que lo hiciera.
Si a alguno os gustó la memez de El otro lado de la cama y su insufrible por lerda secuela Los dos lados de la cama (de las que fue guionista Serrano) o esbozó una sonrisa con la penosa Días de fútbol, que siga leyendo. Si no, que pase a la siguiente película y no pierda su tiempo.
Días de cine es chusca, zafia, absurda, inexplicable. Narra la historia de dos carpantas que se creen que van a hacer la mejor película de España con la ayuda de una vieja gloria de la canción folclórica (estilo Marisol) y un productor arruinado y directamente ladrón.
Si a eso se le suma un constructor estilo Paco el Pocero que paga la película para acostarse con la ex niña prodigio protagonista, un censor con ganas de protagonismo y un tarao que paga dinero para salir en alguna escena, tenemos esta perpetración de comedia.
Es una lástima porque no tiene un mal arranque, pero a la media hora la cosa toma tintes grotescos que provocan que la sátira se convierta en un esperpento al que le sobra metraje, le sobran escenas estúpidas que se meten con calzador y un final al que se llega porque de alguna manera hay que rematar la faena.
Deseando estoy encontrarme con Antonio Gasset y preguntarle qué le parece que este bodrio fílmico haya parasitado el mismo nombre que su magnífico programa. Aunque seguro que eso se la suda tanto como a mí esta película. Ya os diré.
Días de cine es un horror de comedia, humor de usar y tirar (bien lejos). Le doy: 1 estrella.
La ciencia del sueño
Si a estas alturas a alguien no le suena mucho el nom bre de Michel Gondry, lo mejor que puede hacer es anotarlo bien grande dentro del listado de cineastas más importantes y prometedores del cine reciente.
Su anterior trabajo, ¡Olvídate de mí!, sobre una pareja que intenta rescatar su relación borrando literalmente sus recuerdos, es un ejercicio de imaginación, dramatismo y originalidad del que muy pocos directores saldrían indemnes.
La ciencia del sueño es un experimento fílmico aún más personal. Gondry se desnuda para regalarnos una película por momentos brillante, perturbadora, repleta de imágenes que cruzan la estrecha línea entre realidad y fantasía.
Gael García Bernal (con una destreza fuera de todas dudas para trabajar siempre con los mejores) interpreta a Stephan, un joven tímido, introvertido, que regresa a París convencido por su madre de que tendrá un buen trabajo.
En poco tiempo, Stephan se arrepiente de la decisión y sigue huyendo de un mundo que no le gusta mediante sueños que se adentran en otra dimensión onírica. Hasta su interior intentará transportar a una joven, Stephanie, de la que se enamora.
Además de por ver actuar a Gael García Bernal que es siempre un placer (para la vista y los sentidos), no deberíais perderos La ciencia del sueño por un excelente guión que a mí me caló muy hondo y la sabiduría de un director que sospecho que nos va a regalar peliculones aún mejores que este.
La ciencia del sueño es la perfecta demostración de que con originalidad, talento, un guión sencillo que no ramplón y buenos actores, se puede hacer buen cine. Le doy: 3 estrellas.
Shortbus
Confieso que me reí mucho con la disparatada visión el director y guionista John Cameron Mitchell ofrece sobre las relaciones de pareja y sobre el sexo. Un tema que se presta al chiste fácil y a la paletada de turno y que en manos de este ácido y bizarro director adquiere el tono de tragicomedia burlesca.
Para explicar la filosofía encerrada en esta compleja cinta tengo que referirme necesariamente al concepto de ‘shortbus’. Si veis Los Simpson, habréis visto que Bart y Lisa siempre acuden a la escuela en un autobús amarillo o ‘schoolbus’. El ‘shortbus’ es otro más pequeño que suele circular detrás y en el que se recluye y excluye del resto a niños disminuidos, superdotados y en general inadaptados.
Y de eso habla la película, de la inadaptación, de la infelicidad sexual, de seres que buscan estabilidad, afecto, sentido vital y riesgo en un club sexual de Nueva York al que llegan ávidos de sensaciones y experiencias, llámense estas tríos, dominación, sado o fetichismos varios. Un club en el mejor sentido de la palabra: lugar de encuentro de gente que mantiene interrelación entre sí.
En torno a los protagonistas de la película, una chica que acude a una dominatrix en busca de su primer orgasmo y una pareja gay que quiere hacer un trío, surgen una serie de pequeños personajes que constituyen una amalgama difícilmente olvidable por su peculiar sentido de la vida.
Shortbus es una ácida visión de la insatisfacción vital de la era Bush y el nihilismo de la Nueva York post 11-S. Le doy: 3 estrellas y gracias.
Juegos secretos
A mí los barrios residenciales siempre me han dado mucho miedo. Ese entramado de calles invariablemente simétricas en su rectitud y aburrimiento me produce una cierta consternación. ¿Qué se esconde tras las fachadas de esas urbanizaciones? ¿Qué clase de conflictos sufre en silencio el habitante de Aravaca? ¿Qué misterios se ocultan entre las colmenas, que no edificios, de largos pasillos y parsimonia de hotel en las nuevas casas del PAU de Vallecas?
Hasta que llegaron series como Mujeres desesperadas mi irrefrenable curiosidad se saciaba mediante la especulación anodina y piadosa. Después de ver lo que pasa en Wisteria Line o en la zona residencia en la que se ambienta Juegos secretos, la intranquilidad me asalta cada vez que paso cerca de una de estas zonas de irremediable tranquilidad residencial.
Todd Field (En la habitación) dirige esta cinta sobre matrimonios que fracasan sin saberlo, hijos desconectados de la realidad, delincuentes, frustraciones sexuales e infidelidades varias. Todo ello con un humor negro que provoca perplejidad.
Estamos ante un film inteligente, divertido, y del que poco más os voy a contar, más que nada porque cualquier nuevo dato puede llevar a que desveléis antes de tiempo la suculenta trama que habita en el interior de esta cinta que os recomiendo, a pesar de que sea un poquito larga.
Nuevamente está protagonizada por Jennifer Connelly (atracón de esta actriz el que os podéis pegar este fin de semana), por ese actor al alza que es Patrick Wilson (que hacía de gay que no salía del armario en Angels in América) y por una Kate Winslet que retoma sus mejores registros interpretativos.
Juegos secretos es una hilarante y amarga comedia dramática que destila humor negro y bastante mala leche por los cuatro costados. Le doy: 3 estrellas.
Este fin de semana se estrenan además:
-Miss Potter. Con Renée Zellwegger interpretando a la escritora infantil Beatriz Potter en un drama de época.
-Todas contra él. Tres chicas se vengan del chulazo jardinero de Mujeres desesperadas.
-La perrera. Personajes bizarros ayudan a construir una casa a un joven uruguayo más preocupado por los porros, las drogas y las mujeres. |