|
Leones por corderos
Puntuación: 3,5 estrellas
Ahora que demócratas y republicanos andan a la gresca decidiendo quiénes serán los cabeza de cartel en las elecciones presidenciales de 2008 en Estados Unidos, el sector más liberal de Hollywood ha decidido recrudecer su ya larga campaña de críticas y denuncias contra el olvidable gobierno Bush. A lo largo de los próximos meses nos irán llegando hasta ocho películas especialmente críticas con el ex gobernador de Texas. Incluso en una de ellas sus responsables se atreven a ironizar con su asesinato. Pero de Muerte de un presidente ya hablaremos.
De momento, la primera en desembarcar es Leones por corderos, que además nos trae la grata noticia de que supone el regreso a la dirección de uno de los grandes: Robert Redford. Además de ser adorado por sus memorables interpretaciones y por fomentar el cine independiente a través del instituto Sundance, Redford ha estado históricamente vinculado a los valores de la libertad y la democracia en su país.
La filosofía doctrinal de Leones por corderos queda perfectamente explicada por la cita de un general alemán de la I Guerra Mundial de donde se extrae el título. Alucinados por los combates casi suicidas que hacían los soldados británicos, los alemanes admiraban el valor y coraje de “un ejército de leones dirigido por corderos”.
Redford ha rodado una valiente, emotiva, inquietante película que alerta de la anestesia general que sufre la población. En una sociedad donde los muertos son meras cifras y la televisión dedica más tiempo a los desvaríos de artistas pop descerebradas que a denunciar las mentiras propagandísticas de los gobiernos, Redford presenta tres historias en torno al papel de los medios de comunicación, el de la educación, el de la política y el de la juventud en los Estados Unidos actuales. Una reflexión lamentablemente exportable.
En tiempo real y durante un mismo día, la acción presenta a un senador republicano aspirante a la presidencia (Tom Cruise) que convoca a una periodista liberal (Meryl Streep) para darle la exclusiva de una nueva estrategia bélica en Iraq, que logrará poner fin a la sangría de vidas y pacificará la región. Mientras, un antaño idealista profesor (Robert Redford) intenta rescatar de la desidia y el pasotismo a un brillante y crítico alumno. En otra parte del mundo, dos valientes soldados enviados a cumplir una misión secreta y peligrosa son atacados por tropas fundamentalistas.
La cinta bascula entre el drama bélico y el cine político hilvanando muy fino ambos géneros y construyendo una historia humana que aborda con notable hondura y excelentes diálogos –sí, a veces muy densos- algunas de las cuestiones más actuales: el miedo auspiciado desde los gobiernos como base para actuar sin límites, las mentiras hábilmente vendidas a la opinión pública como verdades, la incapacidad de los medios para denunciarlas o la destrucción del idealismo colectivo por el individualismo más pertinaz. Todo ello para plantear al espectador qué haría él (o mejor dicho, qué está haciendo) para romper ese círculo vicioso.
Lo mejor: Además de Redford, Streep y Cruise, estamos ante uno de los mejores guiones del año.
Lo peor: Su excesiva teatralidad en algunos momentos, que puede exasperar a ciertos espectadores.
La torre de Suso
Puntuación: 3 estrellas
Tras conocer la muerte de Suso, uno de sus mejores amigos, el cuarentón Cundo, llega hasta su pueblo natal asturiano procedente de Argentina, país al que emigró buscando un prometedor futuro alejado de los paisajes mineros de su infancia. A su llegada, Cundo debe enfrentarse al temor a la muerte, al paso de la edad, a unos irreconocibles padres que apenas se dirigen la palabra y a unos antiguos amigos de corredurías con vidas muy alejadas de aquellas que soñaron en largas noches de juerga.
Aunque su estancia se iba a alargar por un par de días, Cundo dilata su retorno en medio de risas, llantos, discusiones, peleas y borracheras que sacan a flote las ilusiones, esperanzas, conflictos, miedos y nostalgia de su familia y grupo de amigos.
La torre de Suso se inspira en la memorable Los amigos de Peter (Kenneth Branagh. 1992), cinta que el debutante director y guionista Tom Fernández ha tomado como indudable referente. Su mayor mérito es mantener la sinceridad, calidez, melancolía de la cinta británica cambiando sus paisajes por los de un pueblo asturiano sin perder un ápice de la frescura, cercanía y delicadeza de la película de Branagh.
La torre de Suso es la mejor comedia española del año. Tiene la poderosa capacidad de esbozar una sonrisa amarga en los momentos más dramáticos y de provocar una cómplice añoranza en clave de humor.
Ex-guionista de la serie 7 Vidas, Fernández logró enrolar a dos de los protagonistas de la serie: el versátil Javier Cámara (que además produce) y un Gonzalo de Castro que se ha prodigado poco en cine. Junto a ellos, actores de la talla de Emilio Gutiérrez Caba, Mariana Cordero o Malena Alterio junto a José Luis Alcobendas y César Vea, populares por su paso por diferentes series de televisión y el teatro.
Y aunque el conjunto de interpretaciones demuestre un perfecto engranaje, hay que destacar la proeza de un risueño Javier Cámara capaz de pasar de la ternura al vértigo o del temor al arrojo con una facilidad impecable. El actor obtiene una de sus mejores interpretaciones hasta la fecha, y eso no es poco teniendo en cuenta su larga y diversa trayectoria.
Lo mejor: Demostrar que detrás de un argumento aparentemente mínimo puede existir una gran película.
Lo peor: Corre el riesgo de pasar desapercibida en una abultada cartelera.
Elizabeth. La edad de oro
Puntuación: 1,5 estrella
No es cuestión de que nos pongamos nacionalistas, sobre todo tras el baño de banderitas que hemos vivido en los últimos tiempos, pero es que hasta el espectador menos patriota saldrá notablemente mosqueado del cine tras el disparate histórico que el director de origen hindú Shekhar Kapur ha cometido en Elizabeth. La edad de oro.
Transformar al rey Felipe II en un murciélago más ávido de sangre que el mismísimo Drácula o reducir la batalla de Trafalgar a una pelea de bucaneros, es demasiado incluso para quienes pasamos de delirios patrióticos. Sobre todo porque frente a ese ‘gobierno católico del terror’ dirigido férreamente por Felipe II, Kapur nos presenta a un inmaculado régimen gobernado sólo por las leyes al frente del cual se encuentra la reina ‘virgen’ Isabel I, adalid de las libertades y el progreso de su pueblo.
Nada novedoso tampoco si tenemos en cuenta que el director ya convirtió a la reina en una moderna Virgen María para su pueblo en su primera aproximación al personaje, Elizabeth (1998), cuyo papel protagonista le valió a la actriz australiana Cate Blanchett su primera nominación al Oscar.
Dejando de lado las cuitas históricas y adentrándonos en lo meramente fílmico, este segundo relato en torno a la figura de Isabel I (la autoridad británica más retratada en cine, libros y televisión) se centra en tres aspectos que confluyen en un corto periodo de tiempo y forjarían el carácter y la leyenda de la ‘reina virgen’: la oscura trama urdida por su hermana católica María Estuardo para destronar a la reina protestante, su descubrimiento y renuncia al amor y la guerra que la enfrentó con España y cimentó el incipiente Imperio Británico.
Como drama histórico, la película se deja ver con cierto interés gracias a un vestuario impresionante y una cuidadísima fotografía pero actuaciones tan lamentables como las de Jordi Mollá, que da vida a un pasadísimo Felipe II más cercano a la risa que a la gravedad, te devuelven rápidamente a la realidad de una película de sobremesa de fin de semana.
El mayor mérito de la cinta recae sobre la siempre estupenda y bellísima Cate Blanchett, en una película que parece hecha a medida para su lucimiento, con arenga a las tropas a lo Braveheart incluida.
Lo mejor: Cate Blanchett, la fotografía y el vestuario.
Lo peor: Es maniquea a más no poder.
La Zona
Puntuación: 3,5 estrellas
‘La Zona’ es un megacomplejo residencial de apacibles villas de moderno diseño, serenas calles y videovigilancia las 24 horas que, a modo de oasis urbano, emerge con altos muros y vanidad chulesca frente al caos urbano y la ‘otra’ realidad, la de las abismales diferencias sociales, en México D. F.
Entrar a este castillo enrocado en la ciudad sólo es posible si estás dispuesto a pagar el precio necesario por vivir ‘seguro’. Pero, como nos demuestra este western urbano, salir es misión imposible si no se pertenece a la selecta clase de privilegiados que moran sus avenidas. Y eso le pasa a un muchacho, que se queda atrapado en el lujoso barrio tras entrar a atracar y es perseguido sin cuartel por una turba de inquilinos armada y salvaje, obsesivamente vengadora.
La ópera prima del cortometrajista de origen uruguayo Rodrigo Plá es, a pesar de su errático final, un poderoso thriller sobre la obsesión por la seguridad y el precio a pagar por vivir en un paraíso donde nada ni nadie suponga una amenaza para la estabilidad social. Un tema muy de actualidad, vaya.
‘La Zona’ es una metáfora perfecta de una sociedad atrincherada, abestiada, sanguinaria, capaz de aplicar el ojo por ojo frente a cualquier agresor y que cree que la única Justicia existente es la que ella misma aplica para cerrar abruptamente cualquier herida en su seno. Es la aplicación más descarnada y temeraria de la política del miedo que ejerce Bush y su comparsa de imitadores mundiales, que alaba el buen gusto del Imperio en construir un muro físico que les aisle de incómodas fronteras o un escudo de misiles para protegerse de inminentes ataques.
Plá reflexiona además sobre el papel de la juventud frente a este enfermizo giro ultraconservador (no es casual que el personaje central sea el joven Alejandro), la corrupción del sistema judicial y policial, la imprescindible presunción de inocencia, las enormes diferencias sociales en países como México –principales generadoras de una violencia clasista-, el sentimiento de culpa y la vergonzosa inoperancia de los cobardes de moral y habla también de la autodestrucción inevitable de cualquier ente social que, al igual que en La Zona, se base en el terror.
Lo mejor: El conjunto de interpretaciones, con sobresaliente para Daniel Giménez Cacho, Maribel Verdú y Carlos Bardem.
Lo peor: Aunque disimulado, hay un fino tamiz de moralina que sobraba.
Silencio desde el mal
Puntuación: 1 estrella.
Silencio desde el mal (incomprensible traducción para Dead silence) supone el regreso de James Wan, artífice de la masoquista saga Saw, a la dirección. Wan mantiene aquí la misma fórmula clásica del género: suspense ‘in crescendo’ hasta que llega la consabida sorpresita final. Esta vez todo gira en torno a la ventrílocua Mary Shaw, sus muñecos y una leyenda que aterra a un pueblecito sureño.
La cinta de Wan retorna y revuelve el terror basado en muñecos malvados, inspiración que nos regaló grandes momentos de humor y sangre en la aplaudida saga Chuky y en películas menos desconocidas pero igualmente recomendables como Dolls o la estupenda Magic, de David Attenborough.
Fantasmas desde el más allá, paisajes pueblerinos tenebrosos, locos que lo ven todo y nadie hace caso, crueles asesinatos y mitos en torno a una ventrílocua que da menos miedo que José Luis Moreno en persona (doy fe) pueblan esta esquemática película en la que para sobrevivir hay que estar muy calladito y no gritar, algo desde luego novedoso.
Silencio desde el mal entretiene y divierte gracias a su deliberado tono de parodia, pero asustar, lo que se dice asustar, no lo logra no por asomo. Ahorraros los 6 euros y acudir a ver la española [REC]. Hacía tiempo que no veía una película que me ‘acojonara’ tanto. Pero de ella ya hablaremos…
Lo mejor: Es tan insulsa que se olvida a los 5 minutos de verla.
Lo peor: José Luis Moreno y sus matrimoniadas dan más miedo. |