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La familia Savages
Puntuación: 3 estrellas
El pasado nunca muere y siempre aflora como una montaña de ceniza cuando uno menos se lo espera. Esto es lo que le sucede a los dos protagonistas del drama ‘indie’ La familia Savages, dos hermanos que se han pasado la vida renegando y huyendo de sus lazos paternales hasta que un desgraciado hecho les obliga a enfrentarse de nuevo a su pasado familiar.
Wendy -Laura Linney, nominada al Oscar en la pasado edición por este trabajo- es una autora de teatro que se esfuerza por salir adelante, una desocupada que pasa sus días solicitando posible becas, sustrayendo suministros de oficina y echando aburridos polvos con su vecino casado.
Por su parte, su hermano Jon (Philip Seymour Hoffman) es un neurótico profesor universitario de literatura que escribe libros sobre escabrosos temas literarios. Ambos frenan sus complicadas vidas cuando reciben una llamada en la que se les comunica que su olvidado padre languidece a miles de kilómetros de distancia.
La familia Savages irradia humanidad por los cuatro costados, enfrentando al espectador ante el gran dilema universal: el tiempo. Su directora, Tamara Jenkins, ofrece en esta tragicomedia una descarnada visión actual de las relaciones familiares, el amor paterno, la moral, los sueños rotos, la esperanza a través de unos personajes obligados, una y otra vez, a sobreponerse con dignidad en la vida.
Esta es la segunda película como directora de Tamara Jenkins, tras la discreta Colgados en Beverly Hills, en la que también exploraba el proceso de maduración de una joven que comienza a descubrir los placeres y peligros de la vida y en el que de nuevo el problema paternal aflora con fuerza.
Jenkins firma un guión con altibajos pero repleto de diálogos creíbles, cercanos, reales en una película llena de silencios, gestos, miradas. Y se lo entrega en bandeja de plata a dos actores en permanente estado de gracia, Laura Linney y Philip Seymour Hoffman.
Lo mejor: El trabajo de Seymour Hoffman y Linney.
Lo peor: Una escatológica y gratuita escena del principio.
El último gran mago
Puntuación: 1 estrella
El drama romántico El último gran mago se apunta a la reciente moda de la magia dentro del cine, con dos recientes, claros y diferenciados ejemplos: la refinada y muy recomendable El ilusionista y la engañosa y empantanada El truco final.
Esta vez, la trama se ambienta en el año 1926, cuando la gran gira mundial que realizó el escapista Harry Houdini llega a Edimburgo con el célebre mago desolado por la reciente muerte de su madre, con la que mantenía una complicada relación de amor-odio.
Obsesionado por conferir carácter de ciencia a sus célebres trucos, Houdini traza una maniobra para desenmascarar a los videntes. Para ello anuncia que concederá una recompensa de 10.000 dólares de la época a aquella médium que logre decirle las últimas palabras de su madre muerta. De ello se intentará aprovechar una descarada y pícara médium que, junto a su hija, malviven de lo que ganan por actuar en burdos espectáculos de cabaret.
A pesar de su magnífica ambientación, buenos efectos especiales y cuidada fotografía, cuesta mucho encontrar buen cine en este descafeinado, simplón y distante drama romántico. Los escasos 90 minutos de su metraje acaban pesando como losas y se hace inevitable mirar el reloj o pensar en cualquier otra cosa entre escena y escena.
Lo que pudo ser un interesante ‘biopic’ sobre la figura de Houdini, se queda en la clásica historia de amor sin trasfondo alguno y, lo peor de todo, ausente de credibilidad debido a que los dos personajes principales están mal perfilados y sus actores tienen nula química. Guy Pierce, que interpreta al escapista, se esfuerza al menos en aportar complejidad a su personaje, pero Catherine Zeta-Jones se limita a repetir la gestualidad y maneras de Chicago.
Para encontrar interpretaciones interesantes hay que acudir a los actores secundarios, con un inquietante Timothy Spall (recientemente visto en Sweeney Todd) y la maravillosa niña Saoirse Ronan, nominada a sus 14 años al premio Oscar en la pasada edición por su excelente trabajo en Expiación.
Lo mejor: Gustará a quienes buscan historias de amor sin mucha complicación.
Lo peor: La nula química entre la pareja protagonista.
Shine a light
Puntuación: 3 estrellas
Martin Scorsese le ha cogido gustillo a su acercamiento en clave de documental a los astros de la música norteamericana contemporánea. Su primer trabajo, allá por 1978, en este sentido fue la interesante El último vals, en el que narraba con radiante energía el último concierto de la formación rockera canadiense The Band.
Hace tres años nos sorprendió con el áspero y profundo documental No direction home en el que Bob Dylan, ese genio de la música universal tan poco necesitado de someterse a las caricias de las cámaras, se atrevía a revisar su pasado de la mano de un Scorsese que con habilidad nos sumergía en sus grandes obsesiones artísticas: la ruptura del viejo orden, el advenimiento de uno nuevo. Las oscilaciones del poder.
En su tercer documental sobre la historia del rock, el director -que ya planea un cuarto proyecto centrado en la figura del infravalorado George Harrison- despliega todo un arsenal técnico para filmar un concierto, uno más, de la gira The Rolling Stones, en este caso en el mítico Beacon Theatre de Nueva York.
Incluso para quienes no somos fans confesos de sus ‘Majestades Satánicas’, el documental logra entretener y hacerte vibrar con el poderío sonoro y estético de la banda. Pero a estas alturas de su trayectoria, hay que exigirle mucho más un director que ha filmado algunas de las cintas imprescindibles en la filmoteca de cualquier cinéfilo. O ‘Marty’ se ha dejado llevar por su irredento amor a The Rolling Stones o los astros del rock se han vuelto demasiado impermeables.
No se trataba de que nos ilustraran con sus, seguramente, interesantes declaraciones a cámara, sino de que la hermeticidad narrativa se rompiera con un retrato más original de quienes llevan más de 40 años consagrados en cuerpo y alma a un oficio tan vibrante y voluble como el rock. De hecho, cuando los Stones se quitan la careta de Stones, Shine a light alcanza sus mejores momentos.
Lo mejor: El momento Jagger y Scorsese hablando por teléfono.
Lo peor: ‘Marty’, no te duermas en los laureles.
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