Vuelta a la racanería cinematográfica habitual
Nos han acostumbrado mal. Cuando llevas varias semanas en las que la cartelera de cine se llena de peliculones como Infiltrados (Scorsese en estado puro), El laberinto del fauno (la mejor película de Guillermo del Toro) o el último trabajo de Woody Allen, Scoop, cualquier viernes de estreno que venga después (y creedme, el año en lo que se refiere a cine nos va a deparar muy poco más), irrita por su inútil oferta.
Es el caso de este viernes 3 de noviembre. Si no tenéis mejor plan, ir al cine. Y si vais, casi mejor que aprovechéis para ver alguna de esas maravillas que he citado antes. Si las habéis visto ya, invertir vuestro dinero en otra cosa. Seguro que le sacáis más provecho.
El estreno más publicitado de la semana es Un buen año, de Ridley Scott. Bueno, de lo que queda del que un día filmara historias tan inolvidables como Blade Runner y que en los últimos tiempos anda más perdido que Arnold Schwarzenegger en una librería.
Se supone que Un buen año es comedia, aunque a mí me parezca un descafeinado drama encubierto. Su protagonista es Russell Crowe, que vino a Madrid a vendernos la peli.
Partamos del hecho de que Ridley Scott tiene un château en la Provenza (curiosamente a cinco minutos de donde se rodó su cinta). Partamos del hecho de que Scott produce artesanalmente un vino que Russell Crowe (que no es listo ni ná) dice no haber probado. Y partamos del hecho de que Scott ha perdido ya todo criterio cinematográfico (recordad ese gran ‘bluf’ que fue El reino de los cielos). En descarga del director, diremos que el guión de Un buen año se basa en un libro.
Todo ello juntito y algo revuelto es Un buen año. Película sobre un triunfador de las finanzas que regresa al château donde pasó los veranos de su juventud acompañado de un simpático tío que se empeñaba en enderezar a su inderezable sobrino.
Cuando este terrible y despiadado ‘broker’ redescubre los paisajes de su juventud, los viñedos, el estilo de vida apacible, el sol francés frente al cielo gris de Londres, poco a poco se va enraizando de nuevo con todo aquello que se molestó en enseñarle su tío y cambia su cruel pero confortable vida de negocios por la producción de vino y una titi francesa que está cañón.
Mucha moralina, mucho topicazo sobre ingleses y franceses, y muy poca gracia. Vaya, que si se le puso en el coño a Ridley Scott rodarla porque es un enamorado de la Provenza, pues mejor que se coja una camarita de mano y haga un documental de dos horas y media como acaba de hacer Fangoria. Después lo regala o que lo vean sus cuatro amigos. Pero que no nos vendan esto como cine de altura.
Y el otro estreno del que ya habréis oído hablar es Gal. La película. O lo que es lo mismo, la venganza que se marca El Mundo contra el PSOE, Felipe González, Barrionuevo y todos los que ocultaron, organizaron y perpetraron ese episodio tan oscuro como inexplicable que fue la creación del Grupo Antiterrorista de Liberación, que es lo que significa Gal.
Vaya, terrorismo de estado pagado de nuestro bolsillo y encima chapucero, porque no mataban a quien debían y secuestraban a ciudadanos que no tenían nada que ver con la banda tan de actualidad estos días.
Para una tarde de domingo en Antena 3, pues no está mal. Hay acción, investigación periodística y un Jordi Mollá que parece nacido para dar vida a un personaje tan chulo, siniestro, prepotente y mercader de la muerte como Amedo.
Merece la pena sólo por recordar este triste episodio pero poco más hay en la peli. Sale Natalia Verbeke (que debería replantearse lo que hace), José García (que está muy bien) y Mollá, que improvisa algunas frases que son para partirte de la risa sino fuera porque estamos hablando de un episodio tan vil de nuestra pasado reciente.
Luego hay dos recomendaciones que os hago y que no están mal. Por un lado, un documental titulado Una verdad incómoda, protagonizado por Al Gore, el que fuera vicepresidente en la era Clinton y se estrellara electoralmente contra W. Bush. Habla sobre el cambio climático y las consecuencias que sufriremos a corto plazo en el planeta. Si os interesa el tema, está bastante bien.
Y luego hay una película que se titula El destino, con guión basado en una novelita del muy recomendable escritor argentino Héctor Tizón. Habla de Un traficante de droga español, interpretado por Tristán Ulloa, que casi pierde la vida cuando intenta cerrar una transacción en la remota región de Jujuy.
El azar hará que se tenga que esconder en una remota aldea disfrazado de sacerdote, donde los habitantes le tomarán por tal. Allí toma partido ante los inminentes cambios que acechan al pueblo, y decide coger esa segunda oportunidad que le ha dado la vida.
Para terminar, llegan las clásicas chorradas americanas. Ninguna de ellas las he visto, vaya por adelantado, aunque mi experiencia en esta materia y los numerosos prejuicios que me asaltan siempre me hagan desconfiar de ellas. Si las veis, comentadlas en el foro.
Primero una precuela (¿Tan poca imaginación hay ya para crear cine de terror que abundan precuelas y remakes?) de esa escalofriante, mítica y aterradora película de los setenta que fue La matanza de Texas. Muchos de esos directorcillos que se dedican a hacer cine de terror deberían aprender de las claves que este film aporta y que tanto me siguen acojonando siempre que la veo.
En este nueva entrega, con el subtítulo de El Origen, Cara de Cuero y su amable familia nos contarán de dónde les viene tener tanta mala leche y su insaciable canibalismo.
También llega la segunda parte de ese tontísimo programa de la MTV que es Jackass. Ya sabéis, una panda de idiotas que hacen el idiota. Por último os menciono otro remake de un clásico, en este caso de 1947. Lo que en aquel entonces se tituló El Político ahora pasa a denominarse en su versión 2006 Todos los hombres del rey.
Para quienes no hayáis visto esa magnífica película, sólo os diré que trata de un tipo del sur de Estados Unidos que intenta ser gobernador de su Estado con muy buenos principios y propósitos.
A medida que los éxitos y los fracasos le van sucediendo, su leal moral se va transformando en la corrupta acción de un tipo al que sus ciudadanos le terminan por dar igual. De obligatoria visión para quienes aún crean en la pureza de muchos gobernantes.