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Juno
Puntuación: 4 estrellas
Hace más de una década que se celebró la llegada de una corriente etiquetada como ‘nueva comedia americana’. A ella siguen perteneciendo actores surgidos de la televisión como Adam Sandler, Will Ferrell, Ben Stiller, Mike Myers o directores como los Farrelly.
Estos cómicos se basaron en el ‘slapstick’, la comedia física y humoristas como Jerry Lee Lewis o los hermanos Marx para cosechar éxitos como American Pie, Algo pasa con Mary, Virgen a los 40 o Zoolander, los cuatro títulos más representativos de un movimiento que últimamente ha dado evidentes síntomas de agotamiento -el mejor ejemplo son perpetraciones como Os declaro marido y marido o Matrimonio compulsivo estrenadas el pasado otoño-.
La sequía la están combatiendo un puñado de autores procedentes del cine independiente que en los últimos dos años nos han entregado títulos como la entrañable, aguda y oscarizada Pequeña Miss Sunshine, las ácidas Gracias por fumar, Napoleon Dynamite y Lío embarazoso, la más discutible Supersalidos y ahora Juno, incisiva e incómoda comedia que esta semana se estrena en España tras convertirse en la gran sorpresa del 2007 y obtener cuatro candidaturas a los Oscar, entre ellas la de Mejor Película, Actriz (Ellen Page) y Guión Original.
Juno es la perfecta simbiosis de la punzante sátira al estilo de vida americano y autocontrol moral de un episodio de Los Simpson y la causticidad, imprevisibilidad y gamberrismo de la serie Padre de Familia. Una comedia plagada de rapidísimos diálogos acerados, personajes disfuncionales, ausencia de prejuicios, endiabladas referencias pop y riqueza cromática.
Tomando el nombre de la diosa romana del matrimonio, Juno es una adolescente inclasificable, liberada, falsamente madura, una Cenicienta moderna que en una tarde aburrida decide hacer el amor con su ‘príncipe azul’, un chico al que el adjetivo soso le queda pequeño.
De tan fugaz encuentro surge un embarazo no deseado. Mientras que en la cinta rumana que recomendábamos la semana pasada (4 meses, 3 semanas, 2 días) el aborto se convertía en la pesadilla de sus protagonistas, Juno encara el dilema con positividad para localizar a los padres adoptivos ideales para su criatura.
Juno es una inteligente y refrescante vuelta de tuerca a la comedia estudiantil en clave ‘indie’. Dirigida por Jason Reitman (Gracias por fumar) y escrita por la ‘bloguera’ Diablo Cody, en ella se nos habla en clave actual de la inmadurez, de la difícil adolescencia, los sentimientos ocultos y las siempre intrincadas relaciones de pareja.
Y aunque en algún momento el eje moral se tambalee y la protagonista parezca una repelente sabelotodo necesitada de atención permanente, la ironía y excelente construcción de personajes y situaciones nos sitúan ante la mejor comedia posmoderna de los últimos tiempos.
Lo mejor: La ausencia de prejuicios y la naturalidad del excelente guión.
Lo peor: Al estructurarse en torno a un personaje, el espectador debe empatizar necesariamente con una Juno que a veces resulta demasiado sabionda.
Monstruoso
Puntuación: 1,5 estrellas
Estoy de acuerdo en que las nuevas tecnologías han transformado radicalmente la imagen capturada y que cualquier persona alberga desde ahora un cineasta en potencia. Y la industria es plenamente conscientes de que el cine debe adaptarse a estas nuevas realidades, integrarlas obligatoriamente en su lenguaje.
De ahí que cada vez sea más habitual que en los films ‘post-era Youtube’ se incluyan vídeos grabados con el móvil, cámara digital, webcam o cualquier otro artilugio que refuerce o explique la acción. Incluso, como sucedió desde El proyecto de la Bruja de Blair, que las películas sean directamente rodadas cámara a mano. Un caso reciente y exitoso en esta mecánica es [REC].
Pero una cosa es que se defienda su uso porque en determinadas historias aporta mayor veracidad y vertiginosidad a la acción, y otra que en casos como el que nos ocupa, la frustrada y muy publicitada Monstruoso, el uso de la videocámara y la narración en primera persona no sólo sea injustificable sino que directamente se cargue la película. Aquí encima entre los chistes malos y bobería mental de un tipo que comienza a grabar desganado y le coge tanto gusto a la cámara que no la suelta ni cuando le atacan unos ‘mini-yo’ del monstruito en cuestión.
Es incomprensible que el director Matt Reeves (creador de la serie Felicity) y el avispado productor J. J. Abrams (Perdidos, Alias) hayan patinado tanto eligiendo este modo narrativo para contarnos la historia de un Godzilla que destruye la ciudad de Nueva York por enésima vez.
Narrar la asolación de una ciudad a pie de acera, con una camarita y centrando la atención en unos personajes bastante simplones es un riesgo excesivo que resta espectacularidad, eficacia, nervio a la historia central, que no debe ser la de un amante que busca a su novia desesperadamente, sino la de toda una ciudad aterrada por la aparición de un monstruo de irreductible poder destructor.
Si sus autores hubieran optado por rodar la película al uso tradicional seguro que hubieran logrado un resultado más trepidante y espectacular. Y el mejor ejemplo es esa joya coreana titulada The Host, estrenada el pasado año. El monstruo asiático era mil veces más aterrador e imprevisible que este otro al que escuchamos más que vemos. Y encima la historia ‘humana’ en The Host tenía miga.
Para colmo, los autores de Monstruoso desperdician 20 de los 80 minutos de metraje en presentarnos a unos personajes con los que cuesta empatizar en una sosa fiesta, concentrando toda la acción en los 60 minutejos restantes en bastantes de los cuales no acontece demasiado.
Lo mejor: La primera aparición del monstruo y esa cabeza de la Estatua de la Libertad lanzada sobre Manhattan cual pelota.
Lo peor: Que los protagonistas se peguen tremendos costalazos o se claven varillas de hierro en el pecho y luego corran como si nada. En fin...
Ahora o nunca
Puntuación: 1,5 estrellas
Sospecho que debe constituir toda una proeza mantenerse profesionalmente en activo más allá de los 70 tacos en una industria como la de Hollywood, tan propensa a devorar urgentemente las criaturas que crea, moldea y comercializa hasta la extenuación.
Por ello, las carreras artísticas de Morgan Freeman y Jack Nicholson han oscilado en los últimos tiempos entre trabajos bastante interesantes -Infiltrados en el caso de Nicholson y Million Dollar Baby y Adiós, pequeña, adiós en el de Freeman- con otros definitivamente mediocres en el que ambos actores se han limitado a poner su rostros, su ya conocido rosario de tics y cobrar el complaciente cheque a la salida.
Aunque se nota que el director Rob Reiner ha intentado arrancar profundidad a un guión banal y que los dos viejos amigos, Nicholson y Freeman, se lo han pasado en grande compartiendo celuloide por primera vez, Ahora o nunca es un divertimento tibio, insustancial, insípido.
En este descarado intento de hacer caja gracias al tirón de ambos actores, el epicentro narrativo es un mensaje tan obvio como de sobra conocido: la imperiosa necesidad de aprovechar la vida antes de que llegue la muerte -tercer protagonista indiscutible del film-. Qué casualidad que el personaje de Freeman sea un tipo familiar, honesto, risueño, justo, humilde, cooperativo y el de Nicholson un millonario vividor, mujeriego, soberbio, excéntrico, tirano, irresponsable.
Nunca se sale de lo manido en esta historia de dos tipos que saben que su tiempo termina y deciden aliarse en amistad circunstancial y efímera para realizar, de acuerdo a una lista, todo aquello que siempre desearon realizar antes de que el tiempo se lo impida.
Entre bostezo y bostezo vemos como los dos personajes saltan en paracaídas, se pican en una carrera de coches, recorren el mundo cometiendo travesuras y filosofan en plan barra de bar sobre la vida, el éxito, el amor y la familia al albur de unos efectos especiales ciertamente mejorables.
Lo mejor: Los primeros 25 minutos salvan a la película de la hecatombe total.
Lo peor: ¿Por qué el espectador intuye de antemano todo lo que va a suceder?
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